En el año 2010 se inició la celebración del Bicentenario de 8 países de América Latina: Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, México, Paraguay y Venezuela

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Chile


Documento
con ocasión del Bicentenario de Independencia
2010

EN CAMINO AL BICENTENARIO


Conferencia Episcopal de Chile


Santiago, 1 de septiembre de 2004



I. El Bicentenario y los Cambios Culturales


1. Los acontecimientos fundacionales marcan decisivamente la vida de los pueblos. Es lo que ocurre con la muerte y resurrección de Cristo y con la irrupción del Espíritu Santo en el Cenáculo para el Pueblo cristiano. Ir a todos los pueblos, y poner por obra lo que Él ha mandado, será la misión de la Iglesia, formada por todos los discípulos de Jesús.


2. Es lo que sucedió en la historia del Pueblo de Dios con el paso de la esclavitud a la libertad, que da origen a la fiesta de la Pascua judía[1] ; con la promulgación de la Ley de Moisés[2], recordada posteriormente en la Fiesta de los Tabernáculos, o con la entrada en la tierra prometida y con las grandes renovaciones de la alianza con el Señor.


3. Es lo que acontece, en la historia Patria, con la fecha de la fundación de nuestras ciudades y, especialmente, con la fecha de nuestra Independencia Nacional cuyo Bicentenario conmemoraremos en el año 2010. 


a) Reencuentro con el "alma de Chile"


4. Construir la Patria es una tarea interesante, hermosa, desafiante, que a todos nos concierne, más aún si tenemos presente que en ella nos prepara­mos a vivir en la Patria definitiva y plena que todos anhelamos[3]. En este sentido pensamos que el Bicentenario de nuestra Independencia Nacional, puede ser ocasión de reencuentro con el "alma de Chile", en palabras consagradas por el recordado Cardenal Silva Henríquez[4], y de proyección de la mirada hacia el futuro con la voluntad de refundar a Chile, a partir de la fecundidad de los valores esenciales que sustentan nuestra identidad nacional.


5. El Bicentenario de nuestra Independencia acontece en tiempos en que la discusión valórica ha cobrado especial interés en temas tan cruciales como el respeto por la vida, el servicio público, el futuro del matrimonio y la familia, el desarrollo económico, la calidad de vida, la extensión de las mismas oportunidades a todos y la justicia social, el sentido y el ejercicio de la sexualidad, la libertad de expresión y el respeto debido a las perso­nas, y tantos otros que se debaten entre nosotros.


6. Bien sabemos que estos temas, entre otros tantos comprometedores del futuro de nuestra convivencia, forman parte de un tránsito cultural de pro­porciones. Aquí están en juego principios y convicciones fundamentales; formularios y asumirlos en un debate democrático puede ser extraordina­riamente fecundo para todos. Así, por ejemplo, en este debate emerge la pregunta sobre cómo respetar activamente el legítimo pluralismo ideológico, cultural y religioso en un diálogo acerca de las verdades esenciales y los valores fundamentales, de modo que estos no queden entregados al mero juego de mayorías o a las fotos estáticas de las encuestas de opinión, sino al dinamismo propio de la búsqueda del bien del hombre.


7. Dentro del mundo global en que vivimos, los temas valóricos que debiésemos discutir y discernir, con sabiduría y apertura de mente, muchas veces aparecen en nuestra agenda nacional como producto de discusiones y acontecimientos internacionales. Pensamos, por ejemplo, en la vigencia de las Naciones Unidas en el actual escenario mundial, con la presencia de un terrorismo internacional que condiciona las decisiones políticas, y un antiterrorismo que puede ser usado como excusa para comprimir la libertad de los pueblos. Pensamos también en la forma cómo se debe articular el debido respeto a las minorías con las certezas propias de la mayoría de la humanidad, desde la perspectiva actualizada de los derechos humanos. En este ámbito se proyecta el derecho a la vida, como también el reconocimiento del derecho de los niños, la lucha contra la discriminación de la mujer y contra la polución del ambiente. Y pensamos, también, en las antiguas y nuevas pobrezas que afectan la vida y hasta la viabilidad de naciones enteras.


8. En todos estos campos y muchos otros, la Iglesia está convencida de la eficacia inigualable del diálogo, como método de discusión, tal como fuera propuesto por el Papa Pablo VI en “Ecclesiam Suam", y desconfía radicalmente en la imposición autoritaria de los puntos de vista de quienes ejerzan el mayor poder político, social[5], económico o comunicacional.

9. Dos acontecimientos más cercanos pueden inspirar nuestro diálogo: uno de ellos es la feliz noticia de la pronta canonización del Padre Alberto Hurtado, sacerdote multifacético que asumió con decisión y valentía los desafíos propios de su tiempo. Y el otro, más tardío, la campaña presidencial para determinar el futuro gobierno de Chile que nos introducirá en el Bicentenario de la Independencia Nacional. El primer acontecimiento nos brinda una fuente inspiradora en diversos aspectos de la vida en sociedad que deseamos ir gestando entre todos. El segundo, nos da la ocasión de una discusión de alto nivel sobre el futuro de la nación.


b) Ocasión de un debate constructivo sobre el futuro de Chile


10. Estas reflexiones nos han motivado a los Obispos de la Iglesia Católica en Chile, a proponer a todos los católicos este documento de trabajo, para estimular un amplio debate que pueda arrojar nueva luz sobre los temas que nos preocupan. Entendemos por documento de trabajo un texto "que no pretende reiterar tan sólo los principios generales de la moral cristiana. Por eso, no es propiamente un Documento magisterial que se propone a la mera aceptación del pueblo cristiano. Está pensado y redactado más bien para estimular la reflexión y ayudar a los creyentes adultos, a quienes la Iglesia considera como instauradores del orden temporal, a sopesar sus responsabilidades"[6]


11. En este caso, nos parece oportuno ofrecerlo también a otros hermanos y hermanas, cristianos y no cristianos, creyentes y no creyentes, con el fin de escucharlos, enriquecer nuestras reflexiones y llegar, eventualmente, a un documento más maduro y representativo.


12. Obviamente, nuestro aporte al debate no es neutral: se inspira en la Persona y el Evangelio de Jesús y en las enseñanzas de la Iglesia, particularmente en su Enseñanza Social. Pero, a la vez, estamos muy abiertos a dialogar con otras miradas sobre el futuro de nuestra Patria y los valores que la sustentan.


De esa manera, en un diálogo sincero, sereno, propositivo y respetuoso, podremos hacer luz sobre materias importantes que despiertan nuestra atención, muchas veces nuestra esperanza, y, a veces, nuestra preocupa­ción.


13. Ante la posibilidad de contribuir a la creación de una nueva sociedad nadie debería sustraerse de aportar al proyecto de país que juntos quisiéramos llegar a formular. Especial responsabilidad y participación nos cabe a los cristianos, a la Iglesia toda, como seguidores de Jesús, en esta tarea.


14. Pero los católicos debemos ejercerla de diverso modo, según la particular condición de cada uno: "Como la Santa Iglesia, que en el mundo es sacramento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano, así el Obispo es también defensor y padre de los pobres, se preocupa por la justicia y los derechos humanos, es portador de esperanza"[7]. Y Pablo VI decía a los fieles laicos: "Los seglares, cuya vocación específica los coloca en el corazón del mundo y en las más variadas tareas temporales, deben ejercer por lo mismo una forma singular de evangelización. Su tarea primera e inmediata no es la institución y el desarrollo de la comunidad eclesial sino el poner en práctica todas las posibilidades cristianas y evangélicas escondidas, pero a su vez ya presentes y activas, en las cosas del mundo. El campo propio de su actividad evangelizadora, es el mundo vasto y complejo de la política, de lo social, de la economía, y también de la cultura, de las ciencias y de las artes, de la vida internacional, de los medios de comunicación de masas..."[8] y Juan Pablo los urgía: "Nuevas situaciones, tanto eclesiales como sociales, económicas, políticas y culturales, reclaman hoy con fuerza muy particular, la acción de los fieles laicos. Si el no comprometerse ha sido siempre algo inaceptable, el tiempo presente lo hace aun más culpable. A nadie le es lícito permanecer ocioso"[9].


15. Si bien este documento de trabajo se refiere principalmente a la misión de los fieles laicos, somos conscientes de la función insustituible que les cabe a los sacerdotes, a los diáconos, a las religiosas y a los religiosos, ya nosotros mismos, como lo decíamos antes. Ciertamente, la labor evangelizadora que todos realizamos enriquece el alma de nuestro pueblo y su cultura, y humaniza la vida personal y social, especialmente proclamando la grandeza de cada persona y su dignidad inalienable.


16. Obviamente, hay personas que tienen mayor responsabilidad en el presente y el futuro del mundo y de la Patria. Nos referimos a quienes desempeñan diversas responsabilidades en los variados campos de la vida del país y que los acreditan como "constructores de la sociedad pluralista"[10]. A ellos se dirigen especialmente estas reflexiones y esta invitación al diálogo. 


c) Valores que nos orientan en la Iglesia Católica


17. Más arriba decíamos que no somos neutrales en la construcción de la sociedad del presente y del futuro. Tenemos un aporte muy propio que recibimos de Jesús y su Evangelio y que se sintetiza en el Reino de Dios que Él instauró con su vida, con su pasión, con su muerte y su resurrección. Nos interesa un país construido bajo la inspiración del Sermón de la Montaña[11] y con los principios acuñados en la Doctrina Social de la Iglesia. Por eso, y como una forma de abrir el diálogo que proponemos, deseamos compartir algunas certezas y valores que orientan nuestro aporte pastoral en vistas a una vida más humana y más plena para todos.


18. La piedra fundamental de nuestra construcción es poner a Dios en el primer lugar de nuestra vida y de nuestros proyectos. Siempre están intrínsecamente unidos a la formación de la comunidad y al amor al prójimo con el estilo de Jesús: "este es mi mandamiento, que se amen unos él los otros como Yo los he amado"[12]. La historia nos enseña dramáticamente que, cada vez que ponemos al hombre en la cima de la historia, las luchas de poder nos devoran y el narcisismo nos destruye. El hombre -varón y mujer- no es ni puede ser la medida de sí mismo. Necesitamos una referencia fundamental hacia Dios, Padre y Creador, y hacia los designios que El mismo nos ha revelado a través del Señor Jesucristo.


19. Esta certeza no significa relegar al ser humano a un lugar secundario. Muy por el contrario, en la medida en que el hombre -varón y mujer- es imagen del mismo Dios, no concebimos ningún proyecto humano que no se ponga decididamente al servicio del hombre, centro de la historia querida por Dios. En consecuencia profesamos la dignidad incuestionable de la persona humana y de toda persona humana alejando de nosotros toda tentación de manipular al ser humano o de determinar, en virtud de parámetros muy discutibles, quién tiene o no el derecho a ser respetado en su propia dignidad. Esto significa desterrar el odio a los enemigos, la conculcación de los derechos humanos, las discriminaciones sociales, raciales o religiosas, y promover el reconocimiento de la igual dignidad de todos los seres humanos, cualquiera sea su situación coyuntural.


20. El futuro que soñamos, la sociedad ideal del mañana, debe tener a la persona como medida. Hablar de persona no es hablar de individuos aislados sino de seres razonables que aman y son amados, que se relacionan con los demás, que se hacen responsables de su propia vida y se ponen al servicio de los demás. Ser persona en comunión refleja el misterio de Dios en su manera de relacionarse, lo que entraña necesariamente su capacidad de amar. Por eso entendemos y valoramos de modo especial la familia, fundada sobre el matrimonio, como la célula básica de la sociedad y de la Iglesia.


21. Junto al valor inalienable de cada persona afirmamos el valor sagrado de la vida humana desde su concepción hasta la muerte natural. La vida es el gran don de Dios, del cual Él es un celoso defensor desde el primer día de la Creación[13] . Y como Jesús resucitado se identifica con la Vida - "Yo soy la Vida"[14] - el respeto por la vida y el cultivo de la vida forman parte de la liturgia agradable al Señor. Por el contrario, el desprecio por la vida, su indebida manipulación, o la arrogancia ante la vida, como si nosotros fuéramos sus dueños, implica una grave ofensa al Creador. No hay progreso genuino si la vida peligra. No hay desarrollo si este se alcanza a costa de vidas humanas. No hay futuro para la humanidad si el hombre pretende situarse por encima de la vida.


22. Si cada vida es sagrada, la vida de los más débiles, de los pequeños, de los enfermos, y la vida de los más pobres, cobran especial importancia a los ojos de Dios[15]. Y lo que más ennoblece a un pueblo es honrarlos con una opción preferencial. Es necesario ponerse al servicio del protagonismo de los pobres, de modo que no sólo se hagan cosas para los pobres sino que se hagan con los pobres y desde los pobres. Su dignidad exige que sean protagonistas de su desarrollo. Por esa razón, todos los que tenemos alguna responsabilidad en la marcha del país, estamos llamados a sentir en carne propia las carencias, sufrimientos y frustraciones de los pobres y, sobre todo, de los más marginados. Desde esta perspectiva, en la agenda del desarrollo del país deberían tener prioridad los temas relacionados con el trabajo digno y su justa remuneración, con la salud y el trato apropiado de las personas en los momentos de mayor vulnerabilidad, la vivienda y el espacio apropiado para el desarrollo de una vida familiar adecuada, la educación y la igualdad de oportunidades y la participación. Es una exigencia ética. Es una exigencia teologal porque fueron creados a imagen de Dios, para ser semejantes a Él. Por eso, en un país que tanto ha crecido económicamente, como el nuestro, esta constituye una deuda histórica que hoy podemos saldar. Para ello conviene rescatar las nociones de equidad, justicia y de bien común, que nunca puede supeditarse al bien particular, y el sentido del servicio público en todas aquellas vocaciones que apuntan al desarrollo de dicho bien común.


23. ¿Habrá que recordar que el desarrollo de la calidad de vida es mucho más que el simple progreso material? En efecto, el progreso material, siendo importante, no constituye de por sí el único indicador de desarrollo ni es la única meta del trabajo y de la preocupación social. El progreso material es un medio necesario que debe ser puesto al servicio de la dimensión superior y espiritual del hombre. De lo contrario se vuelve contra el hombre. Medir el desarrollo del país sólo por los indicadores económicos, por el crecimiento de su producción o por el ancho de sus carreteras, es empequeñecer la visión de la persona humana y de la vida en sociedad. En este sentido, el desarrollo del ser antes que el tener, y el de los ideales que superan el mero pragmatismo, son llamados que vienen de lo más hondo del corazón humano. Ya nos decía el Papa Pablo VI que el verdadero desarrollo consiste en pasar de condiciones menos humanas a condiciones más humanas[16].


24. En otro orden de ideas, hay tres grandes valores relacionados con la dignidad de la persona: el derecho a la libertad, el respeto a la conciencia y el amor por la verdad. El hombre nace libre y está llamado a ejercer su libertad para buscar el bien y la verdad. Por eso, se requiere un debate, siempre necesario, sobre el contenido y ejercicio de la libertad, sin confundirla con el libertinaje, siempre reprochable, y sin identificarla sólo con el bien subjetivo, necesariamente parcial. Esto vale tanto para la libertad personal, como para la libertad de comercio o la libertad de expresión. Ninguna de ellas constituye un fin en sí mismo. Siempre han de ser expresión de la grandeza de la persona humana y de la vida en sociedad. Hay que aprender a ejercerla y encauzarla por el bien de los demás.


25. El respeto a la conciencia es también una nota indispensable para que a una sociedad se le considere como verdaderamente desarrollada. De hecho, no sólo en la moral cristiana, la conciencia ocupa siempre el lugar decisivo en todo discernimiento. También cuando objeta ordenamientos jurídicos contrarios a la justicia. Una conciencia formada, madura, que conoce el corazón del hombre y la voluntad de Dios, siempre tendrá la última palabra en el actuar humano. Esto implica, correlativamente, el deber de formar la propia conciencia y, en especial para los creyentes, formarse en el sentido ético y teológico de los temas en discusión. En particu­lar, hay que relevar el respeto a la libertad religiosa, dado el derecho más noble que tiene todo ser humano: el de encontrarse con su Dios. Esta dimensión religiosa, tan ligada al destino y al sentido de la vida, es la base de todo desarrollo cultural.


26. Por último, el amor por la verdad es fundamental porque expresa la dignidad del ser humano, y permite establecer relaciones en un marco de confianza y generar una vida social sana. El relativismo, la indiferencia o, peor aún, el menosprecio de la verdad, termina quitándonos toda posibilidad de comunicación. En este campo, sentimos que todos los chilenos tenemos mucho por andar, tanto por esa picardía no siempre fiel a la verdad que caracteriza nuestras relaciones - y hasta nuestro humor - como por el ocultamiento de la verdad que tanto daño ha sembrado en el país. También por las medias verdades en que a veces caemos, basadas en conjeturas apresuradas, y que se expresan a menudo en cierto periodismo sin consistencia ética. El amor a la verdad lleva a buscarla, a servirla y a admitirla tal como ella es, así como al gozo profundo de encontrarla. Para un cristiano, ella tiene especial resonancia desde que el mismo Jesucristo se ha identificado con la Verdad y nos enseña, con su palabra y con su vida, que la verdad nos hará libres[17].


27. La Iglesia Católica entera, por su parte, quiere ser fiel al Señor Jesús, su Maestro, que se hizo hombre para asumir y redimir todo lo humano. Consciente de que el verdadero progreso lleva el sello de Dios, no puede permanecer indiferente o ajena a las posibilidades que se presentan a nuestra nación. En ella todos debemos acompañar, apoyar y ponemos al servicio de lo que nos haga progresar. Es parte esencial del cristianismo el fomentar la solidaridad humana, sabiendo que la caridad que presupone la justicia, es "alma de la solidaridad"[18] .


28. Para la Iglesia, la vida social es parte integrante de su preocupación pastoral, por fidelidad al mismo Jesús. Por eso, junto a todas las personas de buena voluntad, desea colaborar en la construcción de una nueva sociedad. Las mismas enseñanzas de Jesús y su larga experiencia en humanidad, le permiten a la Iglesia contribuir a un discernimiento que hace posible avanzar por este camino, evitando que el mal y el egoísmo, tan reales y tan enraizados en la historia humana, puedan transformar dicho progreso en una trampa que nos deshumanice. Por otra parte, enriquecida por la experiencia de la Cruz, la Iglesia sabe que el éxito fácil no existe, y que el sacrificio y la entrega a los demás en actitud de servicio es condición de todo avance sólido. "El que no carga con su cruz y viene detrás de mí, no puede ser mi discípulo"[19]. Seguir a Jesucristo implica hacerse prójimo del otro, lo que supone necesariamente dejarse afectar por la situación vital del prójimo[20], exponerse para cambiarla, y no poder seguir viviendo como si nada hubiera cambiado en nuestra vida. Esa cruz necesaria, llevada con Jesús, es fuente de vida y de resurrección. 


II. El Bicentenario y los Constructores de la Sociedad

Al discernir hace veinticinco años los caminos de la Iglesia, cuando se comenzaba a hablar de la "cultura adveniente" para referimos a los cambios culturales que hoy día nos conciernen, la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano reunida en Puebla, México, dedicó una especial atención a los actores fundamentales de la sociedad. En primer lugar nos llamó a hacer dos "opciones preferenciales”: la primera, en favor de los pobres[21], y la segunda en favor de los jóvenes[22], opciones que, lejos de perder vigencia, han sido profundizadas en el magisterio universal de la Iglesia Católica. La mirada pastoral de la realidad latinoamericana ha agregado posteriormente una opción preferencial por la familia[23].


La Conferencia de Puebla llamó también a realizar dos "acciones" prioritarias: una "acción de la Iglesia por la persona en la Sociedad Nacional e Internacional"[24], y una acción "con los constructores de la Sociedad Pluralista en América Latina"[25]. Entre estos se consideraba a los políticos y hombres de gobierno, al mundo intelectual y universitario, a los científicos, técnicos y forjadores de la sociedad tecnológica, a los juristas, a los creadores de arte, a los obreros, los campesinos, a la sociedad económica, a los militares y a los funcionarios públicos.


En este documento de trabajo nos proponemos referimos a algunos de estos grupos de "constructores de la sociedad", con la intención de que esta breve evocación contribuya a que cada grupo profundice su vocación, su misión y los desafíos que hoy se les presentan para la construcción de la sociedad pluralista en nuestra Patria.


En el Anexo N° 1 acompañamos una bibliografía en que se puede encontrar textos que originan y enriquecen nuestras reflexiones. Y en el Anexo N° 2 les ofrecemos también algunos textos del P. Alberto Hurtado.  


a) Los intelectuales y los educadores


29. La calidad de la vida humana no depende sólo de los aspectos materiales. Ella supone una cultura, un lenguaje, un sistema de valores, de creencias, de símbolos, que hemos recibido de nuestros mayores, que nosotros hemos enriquecido y que debemos transmitir a las generaciones que vendrán. Ellos le dan sentido a nuestra vida y nos permiten orientamos. En una época de cambios nada se resiente más que la cultura, provocando desorientaciones  que exigen de nosotros la creatividad y energía suficiente para recrearla.


30. En este momento, la sociedad necesita de sus intelectuales y educadores, cuya misión está ligada a la cultura, como también de los que poseen sabiduría, y cuya influencia es determinante en los comportamientos personales y sociales de la gente. El rol de los intelectuales y los educadores los obliga a hacer una revisión crítica tanto de los valores tradicionales como de aquellos que los tiempos nuevos nos proponen. Pocas personas tienen tanta responsabilidad en la construcción de un mundo nuevo como aquellas que, habiendo sido dotadas de capacidad creadora, de oportunidades particulares para el uso de su inteligencia, de inquietud espiritual y de formación, pueden influir en la configuración de la mente de sus pueblos. Crear cultura y transmitirla es una tarea esencial del vivir humano en sociedad.


31. Por otra parte, conviene recordar que educar es tocar la libertad de las personas para desplegar y orientar los talentos de cada cual. En esta actividad, que es una de las más nobles de la sociedad, intervienen los padres de familia, los educadores, los formadores religiosos, los medios de comunicación social. Y tienen gran importancia las escuelas y las universidades. En esta materia, nos cabe una especial responsabilidad en cuanto a la orientación de las Escuelas y de las Universidades Católicas, llamadas a promover el diálogo fe-cultura, ayudando así a inculturar el Evangelio.


32. Pero, no es ésta la única misión que la Iglesia atribuye a sus centros de educación  superior. También les cabe a las Universidades Católicas la formación de sus alumnos, y hacer un esfuerzo permanente para transmitirles los ideales cristianos de la justicia social, que también debieran regir el acceso y la permanencia en la enseñanza universitaria.


33. Como cristianos, aspiramos a colaborar en la creación de una nueva cultura y a no ser meros receptores de los influjos culturales de la sociedad globalizada. Así lo hicieron en los primeros tiempos los Padres de la Iglesia, que se insertaron en la cultura greco romana, aportando elementos tan nuevos que inspiraron el alma de Occidente. Hoy hablamos de inculturar el Evangelio en esta nueva cultura que algunos llaman post moderna y otros de modernidad tardía, conscientes como estamos de que hemos entrado en una nueva era de la humanidad. Evangelizar la cultura contemporánea se transforma así en un desafío apasionante que nos impulsa a ofrecer el testimonio de la verdad de Jesucristo a fin de que sobre ella también se pueda construir una sociedad auténticamente humana, libre y solidaria, abiertos a discernir en ella misma los signos del reino.


34. En esta materia, la figura del Padre Hurtado, su testimonio de fe y de lucha por la justicia, su coherencia vital, sus obras y sus escritos, son fuente de poderosa inspiración para fortalecer y enriquecer la raíz cristiana de nuestra cultura.


b) Los políticos, gobernantes y legisladores


35. La vocación política, indispensable para la construcción de una sociedad justa y solidaria, es hoy a menudo cuestionada. Una de las razones que llevan a este cuestionamiento es que, en esta época de cambios, los partidos políticos no se han adecuado a los nuevos tiempos ni ejercen el liderazgo que la época requiere. Por otra parte, les resulta más difícil situarse en una sociedad en que florecen otras formas de organización ciudadana que también ejercen su influjo en la sociedad civil. Por ese motivo es fundamental hacer todos los esfuerzos por resaltar esta tarea, noble y necesaria, y quienes desempeñan esta vocación deben ejercerla como un gran servicio, dando muestras no sólo de preparación técnica sino de una insobornable rectitud, coherencia de vida privada y pública y preocupación por los demás. Las actuales circunstancias además obligan a los políticos a aportar proyectos de futuro, a valorar nuestra idiosincrasia, a tener una visión amplia y crítica, que les permita enfrentar activamente la globalización, sin' descuidar la identidad cultural de nuestro pueblo.


36. Tradicionalmente, la Iglesia Católica ha resaltado la importancia de la actividad política como una forma eximia de ejercer la caridad, es decir, como una forma superior de vivir el amor al prójimo. Los políticos tienen la vocación de velar por el bien común y eso supone tener un corazón particularmente atento al rumbo de la historia, a generar una legislación que junto con modernizar la sociedad, esté atenta a las necesidades de los más débiles y vulnerables. También tienen la tarea de ser signos de unidad y de concordia en lo fundamental, en medio de una sociedad que así los anhela y necesita.


37. Entre los políticos cabe mencionar a los legisladores cuyo trabajo, a veces mal comprendido, es esencial para generar una sociedad civilizada basada en la razón y el derecho. Una apropiada legislación posibilita que el Estado de Derecho otorgue a todos igualdad de oportunidades y proteja a los más débiles. Es necesario que la tarea legislativa se ejerza con mucha seriedad en el estudio y mucho conocimiento de la realidad del pueblo al cual se quiere servir. Nunca deben olvidar los legisladores que, más que mandantes, son mandatarios; que son voz de todo un pueblo y no sólo de sus electores; que son canales de esperanzas de crecimiento humano; y que su actuación, como pocas, supone una conciencia bien formada.


38. De manera especial, los cristiano que actúan en política deben ofrecer el aporte del testimonio de su fe, sabiendo que los principios evangélicos que profesan serán siempre los que sostengan las decisiones que ellos tomen. Los electores creyentes esperan que los políticos cristianos se esmeren en ser suficientemente creativos y congruentes como para contribuir a una discusión legislativa en que expongan, como cristianos, en el libre debate y con sólidos. argumentos, su aporte específico a la construcción del futuro de la patria.  


c) Los administradores de justicia


39. El Estado moderno y la sociedad moderna suponen que el derecho sea respetado. Es tarea de los legisladores y administradores de justicia velar para que la ley no sólo sea justa sino que corresponda a la realidad del mundo que vivimos. Hay que evitar una distancia entre la ley y la vida, entre la palabra y la realidad. Todos sabemos por experiencia los males que se siguen cuando la justicia no cumple su papel. Debemos cuidarnos de caer en otros males, como el de una "judicialización", proceso que, en algunos casos, puede revelar cierta incapacidad de los diversos actores sociales para resolver sus problemas y conflictos por vías distintas y anteriores a la acción de los tribunales. Chile está experimentando un cambio muy profundo en la administración de justicia, que debemos apoyar y profundizar para que todos, sin distinción de clases, de posición social, ni de educación, puedan ser protegidos por la ley. Esa justicia tiene que ser expedita y al mismo tiempo asequible.

40. Tradicionalmente, los administradores de justicia, jueces y magistrados, han encarnado en sus personas los ideales de justicia y ecuanimidad que la aplicación de la ley exige. Necesitamos un poder judicial que cuente con la total credibilidad del país, y que sea siempre apreciado y respetado por él.


41. Aquí hay un desafío para las numerosas Escuelas de Derecho de nuestras universidades, pues ésta es la única profesión que genera un poder del Estado. Por lo tanto, junto a la preparación académica de sus alumnos, es importantísimo velar por su calidad ética e infundir en ellos un agudo sentido del servicio público que sea cuna de los mejores magistrados, o de abogados que sirvan con la misma excelencia a las personas o en otras instituciones.


42. La creciente especialización del Derecho, expresada en la creación de tribunales especiales para determinadas materias, requiere también de la respectiva especialización de quienes asumen ese importante rol dentro de la sociedad. Por la especial importancia del tema, sobre todo con la aprobación de la nueva ley de Matrimonio Civil, es necesario que se cumpla la esperanza de muchos, de contar muy pronto con Tribunales de la Familia, para ayudar a la estabilidad de la familia ya la mejor y más equita­tiva resolución de sus conflictos.


d) Los empresarios y los líderes económicos


Nota: los temas tratados en las letras d) y e) forman una unidad. Su separación corresponde más bien a una mayor claridad de lectura. Deben ser leídos como materias complementarias.


43. Pocos grupos tienen actualmente más influencia en decisiones que afectan a grandes conglomerados que aquellos a quienes les corresponde la direc­ción y orientación de los sistemas económicos, y la formulación de políticas económicas. La economía se ha hecho cada vez más central en la vida de los pueblos hasta llegar a opacar la dimensión política y social de la vida. Ciertamente los emprendedores tienen un rol indispensable en la creación de un mundo nuevo. A ellos les corresponde colaborar con el Crea dar, y generar empleo y riqueza, hacer posible un bienestar material y el crecimiento de sus colaboradores, y dar trabajo digno para que todos los conciudadanos puedan llevar una vida más humana.


44. Tal vez pocas cosas contribuyen más a la superación de la pobreza que el crecimiento económico que, en buena parte, hoy depende de la iniciativa empresarial. Nos referimos, por cierto, a todas las empresas, tanto a la microempresa, como a la mediana o a la gran empresa, cada uno en su nivel de actividad. Por eso es importante empapar la actividad económica con criterios éticos que pongan el bien común y la justicia social por encima del lucro, evitando así las tentaciones del enriquecimiento rápido y, menos aún, del ilícito. El hombre y la mujer son el destino y el fin del progreso económico. Olvidar esa realidad es construir ídolos que terminan destruyendo el tejido social.


45. No es razonable que se contrapongan servidores públicos y empresarios como si los primeros no fueran emprendedores y los otros no estuviesen llamados al servicio público. Ambos son indispensables para la sociedad. Del mismo modo, la empresa, ante todo, es una comunidad humana en la que debe fomentarse un trato equitativo y amistoso entre el mundo empresarial y el mundo de los trabajadores. Ambos son esenciales en la empresa. Ambos deben participar de modo humano en ella y recibir los frutos correspondientes. El país necesita emprendedores modernos, humanistas, justos, eficientes, creativos, que velen no sólo por su empresa, sino, unidos algunos en confederaciones o asociaciones, tengan una visión de país de largo plazo, velen por el buen clima laboral y por las familias de los trabajadores, y no confundan la actividad empresarial con la acción política.


46. Para que haya un trato equitativo entre los componentes de la empresa se requiere una legislación puesta al día, que resalte los derechos, deberes y oportunidades de cada uno de ellos. De no ser así, la actividad sindical tenderá a ser exclusivamente reivindicativa y la actitud empresarial será defensiva ante los requerimientos del trabajo al capital. Y, si no nos conmoviera la inequidad - cosa impensable para un cristiano - que por lo menos nos mueva a reflexión el futuro que preparamos. Puede ser explosivo si no se reparten equitativamente los frutos del progreso. Así lo hemos visto en otras naciones cercanas, que han sufrido explosiciones populares muy fuertes y han terminado en un camino populista y demagógico que mucho ofrece y poco puede realizar. otras naciones cercanas, que han sufrido explosiones populares muy fuertes y han terminado en un camino populista y demagógico que mucho ofrece y poco puede realizar. 


e) Los trabajadores y los sindicalistas


Nota: Los temas tratados en las letras d) y e) forman una unidad. Su separación corres­ponde más bien a una mayor claridad de lectura. Deben ser leídos como materias com­plementarias.


47. Por otro lado, la lógica de los actuales sistemas económicos y el individualismo han producido, por desgracia, un debilitamiento de las organizaciones obreras y de trabajadores. Tal vez los discursos ideologizados de otros tiempos y la excesiva dependencia de partidos políticos, contribuyeron a su desprestigio. El sentido común y la experiencia enseñan que, para hacer valer sus puntos de vista y defender sus legítimos intereses, los trabajadores necesitan contar con organizaciones fuertes y modernas.


48. Es un desafío grande para los dirigentes pensar el sindicalismo de este tiempo. Más que la oposición o el enfrentamiento, es importante hoy procurar la integración justa, la mirada global del mundo del trabajo, asumiendo responsabilidades, exigiendo derechos y reconociendo deberes. Esto supone dirigentes informados de la marcha de la empresa y del país; que cuenten con conocimientos actualizados, no sólo en materias propias de su trabajo, sino en temas económicos y de conducción humana, para que puedan sentarse de igual a igual como una parte esencial del sistema que necesita de todos sus componentes.


49. Por otra parte, requiere de empresarios y ejecutivos que valoren la actividad sindical como un elemento necesario para la marcha de la empresa y del país, terminando con aquello de buscar cualquier subterfugio para deshacerse de quienes tienen vocación de líderes entre los trabajadores. Por lo demás, se hace necesario que los mismos asalariados valoren más a sus asociaciones y dirigentes; el creciente desinterés y la apatía frente a las organizaciones sindicales debiera motivar la preocupación de todos.


50. Terminar con la confrontación no puede significar debilitamiento. Supone pensar un nuevo rol del sindicato, el lenguaje, los estilos y las categorías con las que debe erigirse como interlocutor, en el respeto y el diálogo, para exigir sus derechos y potenciar sus capacidades. Es importante tam­bién que quienes logran integrarse en la organización sindical velen por los intereses de aquellos más postergados que ni siquiera tienen la oportunidad de pertenecer a una agrupación. No pueden las organizaciones de trabajadores más poderosas desentenderse de la enorme masa laboral que, al menos por ahora, no tienen acceso a la debida organización.
51. Una cosa es clara: no habrá paso al desarrollo ni a una sociedad nueva si no se generan estructuras más justas en las cuales empresarios y trabajadores colaboren y al mismo tiempo gocen equitativamente de los frutos del trabajo. y donde todos, con una adecuada legislación, nos hagamos cargo solidariamente del drama humano de la cesantía y de quienes, como los subempleados, quedan fuera de la organización sindical. 


f) Los artistas


52. En una sociedad en la cual la programación y la técnica han ido adquiriendo cada vez mayor relevancia se han ido despertando, a la vez, muchas formas de expresión de la belleza en las artes y las letras. Ellas son el reflejo de la realidad, del dolor, de los sueños y esperanzas de un pueblo; este es un rasgo esencial para un país que, para ser tal, necesita cultivar sus dimensiones espirituales y tener la sensibilidad del artista que le ayuda a procesar sus vivencias más profundas.


53. Una vida humana rica y equilibrada le da tiempo a la contemplación, a la música, a la poesía, ya la gratuidad. En las actuales circunstancias donde la producción pareciera ser lo único que interesa, o por lo menos lo que despierta el mayor interés, el rol de los artistas es conservar y ayudar a desarrollar la dimensión de humanidad en las personas y en la sociedad. Ellos tienen el don de interpretar a sus pueblos, pulsar sus grandes necesidades, intuir sus anhelos, y darle una expresión a esa enorme riqueza espi­ritual. Los artistas y las artistas son, por eso, constructores del alma de los pueblos.


54. La belleza va siempre unida a la verdad y a la bondad. Por eso nunca es injusta, y tampoco promueve la falsedad ni vulnera los derechos de los demás. El arte que trasciende es el que humaniza y despierta lo mejor de nosotros: los rasgos del mismo Dios Padre y Creador. No hay que olvidar que el sentido más propio de la palabra "creador" indica al Dios que, del caos inicial, hace surgir la luz y la belleza de todo lo creado. Si tradujéramos textualmente el "credo", tendríamos que decir: "creo en Dios, Padre todopoderoso, poeta[26] de los cielos y la tierra"...


55. En la preparación del Bicentenario en que, hasta ahora, se habla principalmente de construcciones no carentes de belleza, será importante destacar a los hombres y mujeres de las artes y las letras que han contribuido a la grandeza interior del pueblo de Chile. No deja de ser significativo que nuestros únicos premios Nóbel sean precisamente dos poetas, una mujer y un varón, que han dejado honda huella en el alma nacional.


g) Líderes comunitarios y organizaciones de la sociedad civil


56. En el mundo globalizado se ha ido tomando conciencia creciente de la importancia de la sociedad civil organizada, y no sólo a través de los partidos políticos. Es un hecho que en estos tiempos ha crecido el número y la variedad de organizaciones no gubernamentales y de organizaciones comunitarias de base. En la sociedad moderna las organizaciones civiles muestran cada día su enorme creatividad para alcanzar todas las dimensiones de la vida en sociedad. Por su parte, el Estado no puede dar cuenta de todos los aspectos de la vida y, mucho menos, organizar todas las actividades sociales. Esto es muy coherente con la visión del Estado que siempre ha propuesto la Iglesia. Ella reconoce en el Estado un rol subsidiario cuando existen instituciones más cercanas a la gente que deben ofrecer un primer grado de organización.


57. Estas formas de organización son muy importantes para afianzar el espíritu democrático que se debe expresar a través de la participación social permanente, y no sólo en los días de elecciones, ni mucho menos en el consumo, que pareciera ser la nueva forma de participación más extendida. La sociedad civil, ampliamente participativa, necesita un liderazgo. No hay agrupación humana que no necesite algún tipo de dirigencia y quienes están a la cabeza de esos grupos deben comprender que están al servicio del bien que todos persiguen y no sólo del bien particular de su propia organización, ni menos aún del propio bien. Por semejante razón, contribuir con el voto a la elección de quienes deben ejercer un liderazgo es una exigencia básica de la convivencia democrática.


58. En consecuencia, estimulamos a los cristianos a que tomen el lugar que les es propio en las distintas esferas de la sociedad. Las asociaciones eclesiales y religiosas, los colegios profesionales, las agrupaciones de estudiantes y de padres y apoderados, las juntas de vecinos y los centros de madres, los clubes deportivos institucionales y los de barrio, las organizaciones solidarias, los voluntariados y las redes comunicacionales, por sólo nombrar las más conocidas, adquieren particular importancia en sí mismas y además porque las formas tradicionales de participación atraviesan un momento de crisis en nuestra patria. La sociedad puede contar con los pastores de la Iglesia Católica para apoyar estas nuevas formas de organización social. 


h) Los comunicadores sociales


59. Es necesario resaltar la misión de los comunicadores sociales en un mundo en el cual la comunicación se ha hecho absolutamente central. Ellos no sólo transmiten las noticias e informaciones sino que también construyen en parte la agenda que la sociedad discute. Parece esencial para una sociedad actual contar con periodistas profesional mente bien formados, amantes de la verdad, respetuosos de la dignidad de la persona, libres e independientes. La opinión pública, que juega un rol fundamental en la marcha de la sociedad, está en buena parte formada por los comunicadores. La responsabilidad de ellos parece tanto mayor cuanto los modernos medios de comunicación se introducen en el interior de las familias y tienen un rol educativo relevante en nuestra sociedad, rol que ha crecido debido a la mayor ausencia de los padres del hogar.


60. Necesitamos una discusión seria y a fondo acerca de la colusión de derechos cada vez más evidente entre la libertad de expresión e información y el derecho primario de respetar la dignidad de las personas, su nombre y su reputación. Debemos alentar todos los esfuerzos que hacen los medios por tener una línea editorial constructiva, y un código de ética profesional coherente con la confianza que la gente pone en sus comunicadores.


61. Bienvenido el periodismo investigativo. Bienvenida la libertad para tratar con respeto y altitud de miras los problemas sociales que nos aquejan. Bienvenido todo aquello que nos haga comunicamos mejor en la prensa, la radio, la televisión y la Internet. Bienvenida toda la creatividad comunicacional que acerca las distancias entre personas y entre pueblos. Y bienvenida también la fiscalización que gustan de ejercer los medios de comunicación, siempre y cuando acepten una fiscalización de los medios que utilizan para lograr sus propósitos y no pretendan sustituir las fiscalizaciones establecidas por la ley. Pues todo lo que parezca invasión indebida de la privacidad, el engaño al obtener noticias, el abuso de las cámaras ocultas, la precipitación en entregar información no segura, la divulgación de infundios, la emisión de juicios condenatorios que sólo corresponden a los Tribunales, son medios en sí mismos indebidos que dañan la credibilidad, y que arrojan profundas dudas sobre la ética comunicacional.


62. Pero, no sólo son los comunicadores profesionales quienes tienen la responsabilidad en este campo de la comunicación. También les cabe una misión similar a los dueños y a los responsables de contenidos de los medios de comunicación, cuya propiedad, concentrada en pocas manos, no deja de ser un factor gravitante con perniciosas consecuencias. También somos responsables todos los ciudadanos, por cuanto resulta de suma importancia informarse bien no sólo para la percepción crítica de los medios de comunicación sino también para una postura activa frente a ellos.


i) Las Fuerzas Armadas y Policiales


63. Uno de los anhelos más profundos del corazón del hombre y la mujer -y nos atrevemos a afirmar que particularmente en nuestros días- es el anhelo de la paz. Bien sabemos que, como dijera el Papa Juan Pablo II en nuestra Patria, "la paz del corazón es el corazón de la paz". La paz del corazón sólo la da Dios. Es un don de su Amor. Y la paz social debe fundarse en la Justicia, la Verdad, el Amor, la Libertad y el Perdón[27].


64. Todos somos responsables y agentes de paz, pero hay instituciones del Estado a las cuales la comunidad nacional les ha confiado en forma particular su cuidado, tanto al interior del país, como ante situaciones provenientes del exterior, y también en este último tiempo en países extranjeros que están sufriendo grandes crisis. Nos referimos a las Fuerzas Armadas y Policiales, cuyos integrantes están "al servicio de la patria" como "instrumentos de la seguridad y libertad de los pueblos, pues desempeñando bien su función contribuyen realmente a estabilizar la Paz”[28].


65. Para cumplir esta alta función, el Estado confía a las Fuerzas Armadas y Policiales -y sólo a ellas- el cuidado y el uso de las armas, responsabilidad gravísima que debe estar siempre estrictamente regulada por la moral y las leyes. Las armas, cuya primera misión es disuadir, nunca están para uso discrecional y menos para imponer a la sociedad los propios puntos de vista. Su uso reglado es un servicio.


66. A los problemas que atentan contra la paz se ha sumado, en los últimos decenios, el espantoso aumento de la delincuencia, relacionado con el uso y el tráfico de la droga como a las odiosas diferencias que produce la sociedad de consumo. También se ha generalizado el fenómeno inhumano del terrorismo, vinculado a la droga y al comercio ilegal de armas.


67. Ante estas graves situaciones, es de suma importancia contar con el aporte profesional de quienes ayudan a mantener la paz y el orden internos, colaboran desinteresadamente en situaciones de emergencia y de catástrofes naturales, nos protegen de agresiones externas y contribuyen también a la paz en lugares del mundo en que está gravemente amenazada. Los miembros de las Fuerzas Armadas y Policiales, y especialmente sus Jefes, deben tener clara conciencia del enorme acto de confianza que la Nación hace en ellos. Su responsabilidad debe ir siempre unida a una visión ética, a un estricto apego al derecho nacional e internacional ya una decidida vocación de paz y de servicio.


68. Importante es el aporte que da a la educación y formación de muchos jóvenes el Servicio Militar, actualmente obligatorio. Pero hay muchos jóvenes que no se sienten llamados a él por motivos de conciencia, por lo que es importante legislar sobre la Objeción de Conciencia y sobre un Servicio alternativo, que les permita contribuir también a la consolidación de la Comunidad Nacional.  


I) La familia


69. Una vez más quisiéramos recordar que la familia, como núcleo esencial de la vida en sociedad, es la escuela privilegiada para enseñar a vivir los valores que esperamos para la sociedad del futuro. Entre otras cosas, en la familia se aprende a amar, a servir, a respetar, a comunicarse, a compartir, a perdonar y a rezar. Allí se aprende la ética y la religión. Los padres y madres de familia son grandes constructores de la sociedad que colaboran a promover una familia estable, unida y transmisora de la vida. Nada ni nadie mejor que ella permite echar raíces profundas y de buena calidad al mundo que está en nuestras manos construir.


70. Por esta razón, damos gracias a todos aquellos que, afrontando la fatiga cotidiana y hasta el desencanto, perseveran en la unión matrimonial del hombre y de la mujer de por vida, y por todos aquellos agentes pastorales, educadores, psicólogos, orientadores y terapeutas familiares que se comprometen seriamente en apoyar la vida familiar y en ayudar a superar sus crisis. Grande es, entonces, la responsabilidad de los propios contrayentes, de la Iglesia y de toda la comunidad, para apoyar a las familias en este loable propósito.


71. Nos mueve el convencimiento que es posible dar pasos en un amor maduro y trascendente, capaz de superar las peores crisis de crecimiento. A nadie, por lo tanto, se le puede excluir de este camino y todos tienen siempre la posibilidad de vivirlo en plenitud y de ser atendidos conforme a la verdad, a la misericordia y el derecho que el buen criterio nos exige.


72. Sabemos del dolor de muchos hogares que sufren por diversas razones y queremos acogerlos y acompañarlos en sus procesos de recuperación. También queremos afirmar con claridad que la separación (sin disolución de vínculo) puede ser legítima en algunos casos[29]. En cuanto a los divorciados, no están fuera de la comunión de la Iglesia, como se suele creer, ni la Iglesia quiere dejarlos solos: Con las palabras de Juan Pablo II los exhortamos a escuchar la Palabra de Dios, a frecuentar el sacrificio de la Misa, a perseverar en la oración, a incrementar las obras de caridad y las iniciativas de la comunidad a favor de la justicia, a educar sus hijos en la fe cristiana, a cultivar el espíritu y las obras de penitencia para implorar, de este modo, día a día, la Gracia de Dios[30]. Con la misma claridad, les decimos que su situación les impide recibir el sacramento de la comunión.


73. En nuestras parroquias y comunidades hay especial preocupación por las familias monoparentales, por la mujer sola y jefa de hogar y por otras expresiones de familias incompletas, sin juzgar las causas de su situación. La claridad en defender el matrimonio indisoluble no nos hace insensibles, ni mucho menos, para abrir los brazos, el corazón, y las comunidades eclesiales, a quienes sufren tantas situaciones difíciles de enfrentar, para ayudarlas, en la medida de lo posible, a superar esas dificultades. También nos interesa abrirles a sus hijos las puertas de los colegios de Iglesia para que se eduquen en la fe.  


k) los jóvenes


74. No se puede pensar en la sociedad del mañana sin hacer una referencia a los jóvenes, no sólo porque ellos sufrirán las consecuencias de nuestro actuar, sino porque sobre sus hombros recaerá la responsabilidad de tomar el relevo. Ellos desde ya por su energía, su generosidad y por su conocimiento experiencial de los nuevos tiempos, tienen mucho que decir sobre el futuro que estamos construyendo.


75. Es importante ayudarlos a asumir sus responsabilidades, no sólo en su formación inicial, sino en las instancias de participación que les son propias. Es también importante ayudarles en su formación para que sean sujetos de su historia y que encarnen en su vida los valores de entrega y solidaridad que deseamos. Sería grave para Chile que su juventud se retrajera de la responsabilidad política y se concentrara sólo en una incompleta autorrealización que prescinda del bien común como criterio inspirador. El testimonio y el mensaje de Santa Teresita de los Andes y del Padre Alberto Hurtado son, de hecho, un poderoso aliciente y ejemplo para los jóvenes.


76. Damos gracias a Dios por la presencia juvenil que hay en las comunidades de Iglesia y compartimos la responsabilidad de su formación integral. También reconocemos el despertar al servicio solidario de las nuevas generaciones y los animamos a multiplicar su presencia donde quiera haya un sufrimiento. A la vez, estamos agradecidos del crecimiento en cantidad y calidad de la enseñanza escolar, también en la Iglesia, y abogamos por mejorar la calidad de la educación superior.


77. Nos impresiona, y nos conmueve, el esfuerzo permanente de los padres de familia - como fue el de nuestros propios padres - que continuamente se postergan para que sus hijos "sean más que ellos", como suelen decirlo. Y, por lo mismo, tenemos que enfrentar socialmente el tema de la educación, que no puede regirse sólo por las leyes del mercado, dejando afuera a tantos talentos que el país posee, simplemente por no hacer más democráticas las oportunidades educativas para todos. En esto cabe una responsabilidad al Estado, pero también al mundo privado, en la generación de iniciativas que ayuden a superar el espíritu de lucro y recuperar la vocación de servicio que hay tras todo proceso educativo.


78. Por amor a los jóvenes es también importante mantener en alto los ideales superiores de la vida, personal y social, que conducen hasta la santidad y el heroísmo. Pésimo sería contentamos con una especie de pragmatismo valórico que postulara, o incluso sólo diera la impresión, de que todo da lo mismo o todo vale igual en la medida en que me haga subjetivamente feliz. La búsqueda del bien y la verdad, del servicio al prójimo y la justicia social, del amor preferencial por los pobres y los más vulnerables de la sociedad, son valores intransables para un cristiano; todos debemos mostrarles a los jóvenes que sobre ellos pueden edificar sus vidas, lo que los llevará a realizarse.  


I) Quienes intervienen en el cuidado y cultivo de la Creación.


79. El Creador ha sido generoso con los habitantes de esta tierra hermosa, de ricas montañas y valles; de bosques y praderas; de suelos fértiles y ríos fecundos. Nuestra fe en Dios Creador nos mueve no sólo a agradecer sino a cuidar, cultivar y aprender de la Creación. Siguiendo las huellas de esa vida multiforme, descubrimos el amor de Dios y algunas claves para vivir la vida, de modo que sea humana y, por lo tanto, divina. El Hijo de Dios tomó el lenguaje de las criaturas para enseñamos, por ejemplo, que para saber vivir hay que saber morir y que el sol sale para todos sin excepción alguna.


80. Nuestra historia, sin embargo, está llena de acciones que han herido y hieren el espacio natural que se nos ha dado. Quisiéramos motivar admiración, reverencia y responsabilidad por la naturaleza, para orientar y gobernar las intervenciones que en ella se realicen. Muchas veces hemos actuado con inconsciencia y movidos por afanes egoístas, destruyendo un patrimonio que debemos entregar a la próxima generación. Nuestro desarrollo económico está estrechamente ligado a una utilización racional de los recursos naturales, lo cual nos exige evitar en adelante acciones que reiteradamente han dejado huellas indeseables, y que en algunos casos han producido graves deterioros de tierras, ríos y mares. No obstante, hay que reconocer que ha mejorado la conciencia ecológica, que ha adquirido dimensiones y connotaciones muy particulares en el presente.


81. La Iglesia ha reiterado permanentemente su simpatía por las familias que viven y trabajan en forma directa en recursos propios, sea como agricultores, ganaderos, silvicultores o pescadores y, en general, por las empresas de dimensiones pequeñas y medianas. Su forma de vida expresa una síntesis de gran valor humano, cultural, económico y social que las hace merecedora de una atención preferente.

82. Inquieta también una realidad nueva en relación con el cultivo de recursos naturales, particularmente en el caso de la agricultura, como es la separación no sólo entre el capital y el trabajo sino que entre el lugar de vida en el que permanece la familia y el trabajo temporal, que se realiza a distancias considerables a través de contratistas que recorren el país de norte a sur según sean los períodos propios de cada faena. Muchas familias sufren por la ausencia de alguno de sus miembros por tiempos prolongados. Nos parece conveniente establecer un diálogo social que contribuya a aliviar estas situaciones de dolor y que busque acercar la familia al trabajo y am­bas a las actividades económicas de formas humanamente más sanas.


III. Propuesta Metodológica



El diálogo, arte de la comunicación espiritual



83. Nos parece oportuno terminar el presente "documento de trabajo" sugiriendo un camino metodológico para trabajarlo. Pero, antes de proponer los pasos más concretos que se señalan en el Anexo Nº 3, queremos afirmar que el espíritu del método es el espíritu del diálogo, tal como fuera descrito por el Papa Paulo VI en Ecclesiam Suam[31] . Al presentarnos la Religión como un "diálogo entre Dios y el hombre"[32] y enseñarnos las caracte­rísticas del "coloquio" de salvación[33] nos ofrece, a la vez, los rasgos que caracterizan este "arte de comunicación espiritual"[34]. Sus características distintivas son las siguientes: la claridad, la confianza, la mansedumbre o afabilidad, la prudencia.


84. a) "La claridad ante todo. El diálogo supone una clara identidad y exige inteligibilidad: es un intercambio de pensamiento, es una invitación al ejercicio de las facultades superiores del hombre. Bastaría este solo título para clasificarlo entre los mejores fenómenos de la actividad y de la cultura hu­mana;


85. b) "La afabilidad (la mansedumbre] que Cristo nos exhortó a aprender de Él mismo: 'aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón'. El diálogo no es orgulloso, no es hiriente, no es ofensivo. Su autoridad es intrínseca por el valor de quien expone, por la claridad que difunde, por el ejemplo que propone. No es un mandato ni una imposición. Es pacífico. Evita los modos violentos, Es paciente, es generoso.


86. c) "La confianza, tanto en el valor de la propia palabra, como en la disposición para acogerla por parte del interlocutor. Promueve la familiaridad y la amistad. Entrelaza los espíritus por una mutua adhesión a un Bien, que excluye todo fin egoísta.


87. d) "La prudencia pedagógica, que tiene muy en cuenta las condiciones psicológicas y morales del que escucha -si es un niño, si es una persona ruda, si no está preparada, si es desconfiada, si es hostil - y se esfuerza por conocer su sensibilidad y por adaptarse razonablemente y modificar las formas de la propia presentación para no serie molesto e incomprensible.


88. Con el diálogo así realizado se cumple la unión de la verdad con la caridad y de la inteligencia con el amor.


89. En el diálogo se descubre cuán diversos son los caminos que conducen a la luz de la fe y cómo es posible hacer que converjan a un mismo fin. Aún siendo divergentes, pueden llegar a ser complementarios, empujando nuestro razonamiento fuera de los senderos comunes y obligándolo a profundizar en sus investigaciones y a renovar sus expresiones. La dialéctica de este ejercicio de pensamiento y de paciencia nos hará descubrir elementos de verdad también en las opiniones ajenas, nos obligará a expresar con gran lealtad nuestra enseñanza y nos dará mérito por el trabajo de haberlo expuesto a las objeciones y a la lenta asimilación de los demás. Nos hará sabios. Nos hará maestros"[35] .


90. En la base de estos criterios subyace, como hemos dicho, la transparencia en la verdad que supone la clara identidad de quien dialoga. No se trata de lograr consensos aparentes en virtud de irenismos mal entendidos. Se trata de que cada uno dialoga desde su propia identidad, confiado en que por la fuerza de la verdad y del amor, se producen auténticas convergencias con las cuales construir la comunión.


91. Estas características del diálogo son especialmente relevantes para ser asumidas en nuestra época y en nuestra propia vida. Fueron planteadas por un Pontífice que las puso en práctica en su vida apostólica.


92. Es en este espíritu que proponemos a los constructores de la sociedad católicos y a otras personas de buena voluntad reflexionar y trabajar este documento para enriquecerlo y aportar a la construcción del Chile que queremos para nuestro futuro y el de las generaciones que nos sucedan. Para ello, los responsables de la Comisión Justicia y Paz de la Conferencia Episcopal han preparado las metodologías indicadas en el Anexo Nº 3.  


IV. Un Llamado Final Para El Servicio del Bien Común



93. Construir la sociedad es tarea eminentemente humana. Los líderes sociales, los constructores de la sociedad, lo serán de verdad en la medida en que sean capaces de interpretar los dolores, las esperanzas y los anhelos de la gente, y ayudamos a marchar juntos en la dirección correcta. Quisiéramos hacer un llamado a todos los que tienen responsabilidad en la sociedad, entre quienes también nos incluimos, para que, poniendo el bien común por sobre toda otra consideración particular, hagamos nuestro aporte a un Chile que entre todos podemos construir. Dios nos hizo seres para vivir en sociedad y nos entregó la responsabilidad de construir sociedades humanas y humanizadoras.


94. La Virgen María y San José pusieron todo su ser al servicio del plan de Dios, para que su Hijo Jesucristo pudiera asumir plenamente la humanidad - en particular, sus sufrimientos - y pudiera así preocuparse de nosotros y de nuestra salvación. A ellos les suplicamos nos ayuden en este momento de Chile a dar un sí, generoso y pleno, a nuestro Creador y a ofrecerle nuestra dedicación y trabajo, para que esta querida Patria nuestra, no sólo en sus valles, playas y montañas, sino en lo más precioso de su alma, sea efectivamente una copia feliz del Edén.


POR ENCARGO DE LA ASAMBLEA PLENARIA DE LOS OBISPOS, EL COMITÉ PERMANENTE DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE CHILE

+ Francisco Javier Errázuriz Ossa
Cardenal Arzobispo de Santiago
Presidente


+ Gonzalo Duarte García de Cortázar
Obispo de Valparaíso
Vicepresidente
+ Manuel Camilo Vial Risopatrón
Obispo de Temuco
Secretario General


+  Manuel Donoso Donoso
Arzobispo de La Serena
+ Alejandro Goic Karmelic
Obispo de Rancagua



                 Santiago, 1 de Septiembre de 2004

 

ANEXO Nº 1



Textos Magisteriales para Profundizar la Reflexión del Documento de Trabajo


Proponemos a continuación una bibliografía en que se puede encontrar textos que originan y enriquecen nuestras reflexiones. Todos ellos se pueden encontrar en las páginas web que citaremos a continuación:


1.                  Santo Padre y Santa Sede (www.vatican.va)


1.1. Concilio Vaticano II, "Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo" (Gaudium et Spes), Roma 07.12.65. Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1966, BAC .N. 66;


1.2. "Mensaje del Concilio a la Humanidad" (especialmente a gobernantes, pensadores y científicos, artistas, la mujer, los trabajadores, los enfermos y sufrientes, los jóvenes), Roma 07.12.65.
Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1966, BAC N. 66;


1.3. Juan Pablo II, Carta Encíclica sobre el Trabajo ("Laborem Excercens"), Castelgandolfo,14.09.81


1.4. Juan Pablo II, Exhortación Apostólica sobre los fieles laicos ("Christifide/es Laici"), Roma,30.12.88;


1.5. Juan Pablo II, Exhortación Apostólica sobre la Iglesia en América ("Ecclesia in América"),Ciudad de México, 22 de Enero de 1999;


1.6. Juan Pablo II, Carta Apostólica sobre el Nuevo Milenio ("Novo Millennio Ineunte"), Roma,06.01.01 ;


1.7.            Juan Pablo II, Discursos, Mensajes y Homilías con ocasión del Gran Jubileo del año 2000. Están citados en el orden en que aparecen en este documento de trabajo:


- Jubileo del Mundo científico (discurso), Roma 25.05.00;
- Jubileo de los Profesores Universitarios (discurso) Roma 09 y 10.09.00;
- Jubileo de los Gobernantes, Parlamentarios y políticos (mensaje), Roma 04.11.00;
- Jubileo de los Trabajadores (homilía y discurso), Roma 01.05.00;
- Jubileo de los Artesanos (homilía), Roma 19.03.00;
- Jubileo de los Comunicadores Sociales (discurso), Roma 04.06.00;
- Jubileo de los Militares y Policías (homilía), Roma 19.11.00;
- Jubileo de la Familia (discurso y homilía), Roma 14 y 15.10.00;
- Jubileo de los Jóvenes (mensaje, homilía y discurso), Roma 15.08.00; Jornada Mundial de los jóvenes en Toronto 15.08.02;


1.8. Congregación para la fe, "Nota doctrinal sobre algunas cuestione relativas al compromiso y las conductas de los católicos en la vida política", Roma 16.01.03;


1.9. Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, "Ética en las Comunicaciones Sociales", Roma 04.06.00;


1.10. Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, "La Iglesia en Internet" y "Ética en Internet", Roma 20.02.02;


2. Consejo Episcopal latinoamericano (CELAM)  (www.celam.org)


2.1. II Conferencia Plenaria del Episcopado latinoamericano, Puebla de los Ángeles (México) celebrada desde el 27 de Enero de 1979. Especial referencia en el capítulo dedicado “Acción de la Iglesia con los constructores de la sociedad pluralista en América Latina". El documento fue promulgado por el Papa Juan Pablo 11 el 23.03.79. Biblioteca de Autores Cristianos. Madrid 1979, BAC Minor, N. 66;


2.2.IV Conferencia Plenaria del Episcopado latinoamericano, Santo Domingo, Rep. Domi­nicana 1992;


2.3 CELAM, “EI III Milenio como desafío pastoral" (Informe CELAM 2000), Bogotá 25.03.99;


2.4 CELAM, “II Globalización y Nueva Evangelización" (Reflexiones del CELAM 1999-2003), Bogotá 05.03.03;


3. Conferencia Episcopal de Chile (CECH)  (www.iglesia.d)


3.1. "Si conocieras el don de Dios", Orientaciones Pastorales 2001-2005, Santiago 24.09.00;


ANEXO Nº 2


Algunos textos del Padre Alberto Hurtado


Se ofrece una pequeña selección de textos para inspirar la reflexión en torno al Documento de Trabajo  "En camino al Bicentenario". Se trata de extractos de  diversos documentos, tal como se indica en cada caso. Algunos textos han sido ligeramente retocados para facilitar su lectura.


§          ¿Cuál es la misión de mi Patria? (Extracto de Te Deum en Chillán, 1948).


"Te Deum laudamus! ¡Cómo no elevarse hasta el cielo en una ferviente acción de gracias a Aquel de quien desciende todo don al contemplar nuestra hermosa tierra (cf. Santiago, 1,16), la más bella del universo, nuestras montañas austeras que invitan a la seriedad de la vida, nuestros campos fértiles, nuestro cielo azul que invita a la oración, el alma de nuestros hermanos chilenos inteligente, esforzada, valiente, franca, leal!


¡Cómo no elevarse hasta el cielo al recordar nuestra historia cargada de bendiciones del cielo que nos han hecho una Nación digna y respetable! ¡Cómo no agradecer a Dios aun aquello que tal vez pudieran algunos lamentar como una desgracia: la resistencia de nuestra tierra a entregar sus riquezas!


Una Nación, más que por sus fronteras, más que su tierra, sus cordilleras, sus mares, más que su lengua, o sus tradiciones, es una misión que cumplir. Querer que la patria crezca no significa tanto un aumento de sus fronteras cuanto el cumplimiento de su misión. ¿Cuál es la misión de mi Patria? ¿Cómo puede realizarla? ¿Cómo puedo colaborar yo en ella? Dios ha confiado a Chile esa misión de esfuerzo generoso, su espíritu de empresa y de aventura, ese respeto del hombre, de su dignidad, encarnado en nuestras leyes e instituciones democráticas.


Pero el ¡A ti, OH Dios te alabamos!, entonado tiene también otro sentido: mezcla de dolor arrepentido por la tarea no cumplida, la Patria alza su voz pidiendo el auxilio del cielo para cumplir la misión confiada, para ser fiel a esa misión que Dios ha querido estampar en la austeridad de nuestras montañas y campos. La austeridad primitiva desaparece: el dinero ha traído fiebre de gozo y de placer. El espíritu de aventura, de las grandes aventuras nacionales, se debilita más y más. La fraternidad humana, que estuvo tan presente en la mente de nuestros libertadores al acordar como una de sus primeras medidas la liberación de la esclavitud, sufre hoy atroces quebrantos al presenciar cómo aún hoy miles y miles de hermanos son analfabetos, carecen de toda educación técnica, desposeídos de toda propiedad, habitando en chozas indignas de seres humanos, sin esperanza alguna de poder legar a sus hijos una herencia de cultura y de bienes materiales que les permitan una vida mejor.


Chile tiene una misión en América y en el mundo: misión de esfuerzo, de austeridad, de fraternidad democrática, inspirada en el espíritu del Evangelio y esa misión se ve amenazada por todas las fuerzas de la vida cómoda e indolente, de la pereza y apatía, del egoísmo.


La misión de Chile queremos cumplirla, nos sacrificaremos por ella. Nuestros Padres nos dieron una Patria libre, a nosotros nos toca hacerla grande, bella, humana, fraternal. Si ellos fueron grandes en el campo de batalla, a nosotros nos toca serio en el esfuerzo constructor.


Pero esta misión ha dejado de cumplirse porque las energías espirituales se han debilitado, porque las virtudes cristianas han decaído, porque la Religión de Jesucristo, en que fuera bautizada nuestra Patria y cada uno de nosotros, no es conservada, porque la juventud, sumida en placeres, ya no tiene generosidad para abrazar la vida dura del sacerdocio, de la enseñanza y de la acción social. Es necesario, antes que nada, producir un reflotamiento de todas las energías morales de la Nación: devolver a la Nación el sentido de responsabilidad, de fraternidad, de sacrificio, que se debilitan en la medida en que se debilita su fe en Dios, en Cristo, en el espíritu del Evangelio.


¡A ti, OH Dios te alabamos!, hemos dicho y ¡A ti, OH Dios te alabamos!, hemos de repetir a cada instante, pidiendo al cielo que Dios siga protegiendo la Patria querida, bendiciendo a sus gobernantes y esforzando a su Pueblo para ser fieles a la misión que Él nos confiara.


§          Un llamado a nuestra responsabilidad.- (Extracto del discurso en el Caupolicán, 1943)


Queridos jóvenes: tienen que preocuparse de sus hermanos y de su Patria, porque ser católicos equivale a ser  sociales. No por miedo a algo que perder, no por temor de persecuciones, no por ser anti- algunos, sino que porque ustedes son católicos deben ser sociales, esto es, sentir en ustedes el dolor humano y procurar solucionarlo.


Al buscar a Cristo es necesario buscarlo completo. Basta ser hombre para poder ser miembro del Cuerpo Místico de Cristo, esto es para poder, ser Cristo (cf. 1Co 12,12-27). El que acepta la encarnación la debe aceptar con todas sus consecuencias, y extender su don no sólo a Jesucristo sino también a su Cuerpo Místico. Y este es uno de los puntos más importantes de la vida espiritual: desamparar al menor de nuestros hermanos es desamparar a Cristo mismo; aliviar a cualquiera de ellos es aliviar a Cristo en persona. Tocar a unos de los hombres es tocar a Cristo. Por esto nos dijo Cristo que todo el bien o el mal que hiciéramos al más pequeño de sus hermanos a él lo hacíamos (cf. Mt. 25). El núcleo fundamental de la revelación de Jesús, “la buena nueva”, es pues nuestra unión, la de todos los hombres, con Cristo. Luego, no amar a los que pertenecen a Cristo, es no aceptar y no amar al propio Cristo.


Cristo se ha hecho nuestro prójimo, o mejor, nuestro prójimo es Cristo que se presenta bajo tal o cual forma: paciente en los enfermos, necesitado en los menesterosos, prisionero en los encarcelados, triste en los que lloran. Si no lo vemos es porque nuestra fe es tibia. Pero separar el prójimo de Cristo es separar la luz de la luz. El que ama a Cristo está obligado a amar al prójimo con todo su corazón, con toda su mente, con todas sus fuerzas. En Cristo todos somos uno.


Y luego, jóvenes católicos, no puedo silenciarlo: en este momento falta formación, porque faltan sacerdotes. La crisis más honda, más trágica en sus consecuencias es la falta de sacerdotes que partan el pan de la verdad a los pequeños, que alienten a los tristes, que den un sentido de esperanza, de fuerza, de alegría, a esta vida.


Dios y Patria; Cruz y bandera, jamás habían estado tan presentes como ahora en el espíritu de los jóvenes. La caridad de Cristo nos urge a trabajar con toda el alma, porque cada día Chile sea más profundamente Cristo, porque Cristo lo quiere, y Chile lo necesita. Y nosotros, cristianos, otros Cristos, demos nuestro trabajo abnegado. Que desde Arica a Magallanes la juventud católica, estimulada por la responsabilidad de las luces recibidas, sea testigo viviente de Cristo. Y Chile, al ver el ardor de esa caridad, reconocerá la fe católica, la Madre que con tantos dolores lo engendró y lo hizo grande, y dirá al Maestro: ¡Oh Cristo, tú eres el Hijo de Dios vivo, tú eres la resurrección y la Vida!.


§          La misión del universitario.- (Extracto de La misión del universitario).


La Universidad debe ser el cerebro de un país, el centro donde se investiga, se planea, se discute, cuanto dice relación al bien común de la nación y de la humanidad. [El universitario, llamado a ser cerebro, a veces se contenta con ser brazo o boca...]. El universitario debe llegar a adquirir la mística que en el campo propio de su profesión no es sólo un técnico, sino el obrero intelectual de un mundo mejor... Que por nada del mundo gastemos nuestras energías en críticas estériles, ni en repetir indefinidamente tesis generales que nadie niega. La misión del universitario es la del estudioso que traduce esos ideales grandes del hombre de la calle en soluciones técnicas, aplicables, realizables, bien pensadas. Hacerlo es la mayor obra de caridad que puede hacer un hombre, pues es la caridad social, pública.


La gran tragedia del catolicismo chileno es que tenemos doctrinas generales hermosas, claras, nítidas, pero que hace falta una síntesis de la doctrina con la realidad de nuestro derecho, de nuestra economía, de nuestra cultura, de nuestra raza, en forma que esas doctrinas se transformen en un plan armónico, coherente.


Nos hace falta proponer soluciones concretas y precisas que aterricen de las grandes síntesis doctrinarias y se transformen en medidas bien estudiadas, las que permitan la redención real de nuestro proletariado. Y aquí cada Facultad tiene su campo propio, su terreno de investigación... Pero, sobre todo, hace falta una Escuela de Ciencias Económicas y Sociales, la que no sea sólo trasmisión de conceptos sociales, repetición de lo que los libros enseñan sobre estas materias, pues tal estudio se puede abordar en privado, sino una investigación de nuestra realidad nacional, de sus necesidades, de la mejor manera de afrontarlos conforme a nuestra doctrina. Trabajo de investigación orientada, que despierte esas vocaciones que tanta falta nos hacen: de investigadores...


Tengo la convicción muy íntima que cuando una Universidad o un grupo de políticos, con formación realista, haya estudiado y proponga planes de esta especie, ellos se traducirán en leyes de la República. Tales planes habrán de abrirse camino.


Hombres con esta preparación son los que deben ir al Parlamento y a las más altas magistraturas de la Nación. Deber de la Universidad es prepararlos, y deber del universitario escapar de aquellas actividades que otros pueden hacer en su lugar para consagrarse a la capacitación que el país espera de él y nada más que de él.


Los espíritus están desorientados a más no poder. Es un deber de urgencia suma, después de haber estudiado los problemas fundamentales de la vida humana, tener el valor de hablar, saber influenciar la opinión por la prensa y los libros. Si nuestras intervenciones sucesivas ante los poderes ayudan a la humanidad a recobrar su equilibrio en el respeto de los valores morales, podemos encauzar el mundo en el camino de la justicia. Las muchedumbres son lentas en comprender, pero después de tantos desengaños buscan ávidamente la verdad, siempre que ella vaya acompañada de obras. En este caos nosotros debemos aparecer como la luz, la lealtad, la pureza, la sal de la tierra, la justicia y la fuerza de Dios.


La caridad del universitario debe ser primariamente social: esa mirada al bien común. Hay obras individuales que cualquiera puede hacer por él, pero nadie puede reemplazarlo en su misión de transformación social. De aquí cada uno con su profesión orientada a su misión social. Y antes que nada al cuadro de la sociedad que hay que construir.


§          El matrimonio es una competencia en darse.-(Extracto de una Prédica de matrimonio).


¿En qué consiste la felicidad, mis queridos esposos? EI Señor Jesús nos da la norma de la felicidad cristiana: La felicidad cristiana consiste en darse. Y por eso Jesús nos dice “feliz es el que da, más feliz que el que recibe” (cf. Hech 20,35). Y si miramos a Dios, fuente de toda felicidad, Dios es el que da. Miremos la vida íntima de la Santísima Trinidad: el Padre, que es fuente de todo ser y de toda alegría, da su propio ser a su Hijo, engendrándolo desde toda la eternidad, y el Padre y el Hijo, que se conocen, se dan mutuamente en un amor eterno¡ que es el Espíritu Santo. He ahí la fuente de toda felicidad. Y ese Dios riquísimo en su soledad, acompañado en su soledad, que es la Trinidad, todavía no se satisface con esa donación mutua de las personas, y se resuelve a crear, y crean el mundo por amor. Y todo cuanto vemos no es más que la donación de Dios, nosotros mismos somos una donación de Dios, y el mundo entero es una donación que Dios nos da.


Y esta ley de la felicidad, mis queridos esposos, es la ley de la alegría cristiana en el matrimonio, y por eso os doy la norma consiguiente: daros, mutuamente, el uno al otro. El matrimonio cristiano es una competencia en darse... Mis queridos esposos, en un hogar cristiano, en un hogar bendecido por la felicidad cristiana, los hijos son deseados, los hijos son pedidos, los hijos son esperados, y por los hijos desde ahora se sufre, desde ahora se acumula para ellos un tesoro, más que de bienes materiales, un tesoro de virtudes, un tesoro de gracias, un tesoro de plegarias, para que cuando ellos lleguen a este mundo se encuentren ricos, con la riqueza espiritual de sus padres. Y los hijos, por muchos que sean los que Dios quiera daros, estoy cierto, mis queridos esposos, que no van a agotar ese deseo de daros que vosotros tenéis.


Y más allá de vuestro hogar, están los que en vuestra vida de solteros tanto habéis amado: los pobres, los que sufren, los que padecen; el bien común, la patria. Empresas todas que en vuestra vida de casados no han de cesar, mis queridos esposos, sino que, al contrario, habéis de ser más fuertes y más generosos en prolongar hacia esas obras vuestros esfuerzos. No vais a estar solos, ahora, para trabajar sino que vais a estar acompañados; y si la tarea es difícil, y si la tarea es ingrata, y a momentos descorazonadora, tenéis ahora una nueva fuerza en vuestro mutuo amor. Una nueva fuerza la tendréis en esos hijos que han de venir también a sosteneros en esas empresas, para bien de los demás, porque les vais a legar a ellos esa tradición preciosa de una vida que no se consume egoístamente en las paredes del hogar, sino que pretende únicamente darse como Dios. Os decía al principio, Dios se da, Dios es donación permanente.


§          Desfile de antorchas en el Congreso de los Sagrados Corazones.- (Extracto del discurso en el Congreso de los Sagrados Corazones, 1944)


Levantemos los ojos a ese Corazón símbolo de un amor que no perece, de un amor que no se burla de nosotros de un amor que si prueba es por nuestro bien, de un amor que nos ofrece fuerzas en la desesperación, de un amor que nos incita a amamos de verdad, y nos urge a hacer efectivo este amor con obras de justicia primero, pero de justicia superada y coronada por la caridad. En medio de tanta sangre que derrama el odio humano, la codicia de poseer, la pasión del honor, quiere nuestra Madres la Iglesia que miremos esa otra sangre, sangre divina derramada por el amor, por el ansia de darse, por la suprema ambición de hacemos felices. La sangre del odio lavada por la sangre del amor.


Al levantar nuestros ojos y encontramos con los de María, nuestra Madre, nos mostrará Ella a tantos hijos suyos/ predilectos de su corazón que sufren la ignorancia más total y absoluta; nos enseñará sus condiciones de vida en las cuales es imposible la práctica de la virtud, y nos dirá: hijos, si me amáis de veras como Madre haced cuanto podáis por estos mis hijos los que más sufren, por tanto, los más amados de mi Corazón.


Todo cuanto encierran de justo los programas más avanzados, el cristianismo lo reclama como suyo, por más audaz que parezca; y si rechaza ciertos programas de reivindicaciones no es porque ofrezcan demasiado, sino porque en realidad han de dar demasiado poco a nuestros hermanos, porque ignoran la verdadera naturaleza humana, y porque sacrifican lo que el hombre necesita más aún que los bienes materiales, los del espíritu, sin los cuales no puede ser feliz quien ha sido creado para el infinito.


El hombre necesita pan, pero ante todo necesita fe; necesita bienes materiales, pero más aún necesita el rayo de luz que viene de arriba y alienta y orienta nuestra peregrinación terrena: y esa fe y esa luz, sólo Cristo y su Iglesia pueden darla. Cuando esa luz se comprende, la vida adquiere otro sentido, se ama el trabajo, se lucha con valentía y sobre todo se lucha con amor. El amor de Cristo ya prendió en esos corazones... Ellos hablarán de Jesús en todas partes y contagiarán a otras almas en el fuego del amor.


§          Ser crítico para ser constructivos.- (Extractos de Humanismo Social, Puntos de Educación, Moral Social)

La única razón para ser crítico, es ser constructivo; como la única razón para echar abajo una casa, es construir otra en su lugar. (de Humanismo Social).


Desarrollar en nosotros un criterio equilibrado para juzgar los problemas políticos que esté dominado por la caridad cristiana. Política sin caridad no es política cristiana. (de Puntos de Educación).


Es legítimo que en la patria haya partidos, pero no grupos irreconciliables, que significan la quiebra de la gran familia nacional. Los políticos han de pensar que antes de servir a un partido deben servir a la Patria, y, por eso, cuando el bien de la Patria lo reclama han de saber deponer sus prejuicios partidistas y unirse en torno al bien común. (de Moral Social).


Los problemas sociales son morales, pero no son sólo morales: encarnan también problemas técnicos que han de ser resueltos para poder aplicar normalmente los principios. Si los salarios no alcanzan para la vida, la moral enseña que hay que hacerlos tales que alcancen. Pero, ¿por qué medios? ¿Produciendo una deflación, una inflación, para dar más trabajo, abriendo nuevas industrias, señalando precios a los productos?.. Todas estas medidas deben ser estudiadas bajo el punto de vista técnico y de eficacia. El Evangelio es indispensable, sin él no hay solución; pero jamás enseñó Jesús que quedaban los hombres dispensados de estudiar las soluciones prudenciales. (de Moral Social).


§          El sentido del trabajo.- (Extractos de ¿Cómo remediar la desarticulación de la vida moderna?,  1939, Sindicalismo)


Hace poco nos referíamos a la mística del trabajo... que todas las profesiones deben despertar: al obrero le ayudará enormemente recordar que está sirviendo al país, creando riqueza, elevando el nivel de vida de sus hermanos. Es muy distinto el espíritu que se propone un trabajador en una obra cuando piensa que está pegando ladrillos, que cuando ha descubierto que construye una catedral. Recordamos a este propósito haber leído una anécdota de Péguy: Alguien encontró a tres albañiles ocupados en una obra. -¿Qué haces?, interrogó al primero -Acarreo piedras, fue su respuesta. -¿Qué haces?, preguntó al segundo. -Trabajo para ganarme mi vida, contestó éste. -¿Qué haces?, dijo al tercero. -Construyo una catedral, fue su magnífica respuesta. Sólo este último había encontrado el sentido pleno de su trabajo, lo había integrado en una síntesis plenamente humana que le daba todo su valor. A los otros les faltaba conciencia de la grandeza de su misión. No habían escapado al inmediatismo del motivo. (de ¿Cómo remediar la desarticulación de la vida moderna?, 1939).


Sin justicia social no puede existir democracia integral. El sindicato está llamado a luchar por un orden de justicia social. Habrá justicia social cuando sea el bien común y no el interés particular el que regule la distribución de los bienes. El mundo económico no puede regularse ni por la libre concurrencia, ni por la prepotencia económica, sino por la justicia y por la caridad social. Por tanto, las instituciones públicas y toda la vida social de los pueblos han de ser informadas por esa justicia y para que sea verdaderamente eficaz, o sea para que dé vida a todo orden jurídico y social, la economía ha de quedar como empapada en ella. (de Sindicalismo).


El bienestar del trabajador es la primera preocupación del sindicato, pero no debe buscarlo prescindiendo del cuadro nacional de que forma parte. Las miras de un sindicalismo sano no han de detenerse en las fronteras nacionales, sino que han de alcanzar a la reconstrucción del mundo entero. (de Sindicalismo).


§          Para educar, no basta saber, es necesario ser (Extractos de Puntos de Educación, Caracterización de la adolescencia)


El educador ha de ser ejemplo de sus alumnos: "Sed mis imitadores así como yo lo soy de Cristo". Todo agente da origen a algo semejante a él; por tanto, la imagen de Cristo que irá formándose en el alma del joven se parecerá siempre a la de su maestro de aquí que éste haya de apacentar a sus alumnos no sólo con la palabra sino también con el ejemplo. En el centro de la enseñanza está el maestro con su propio saber y personalidad; no es el libro de texto el que domina en la escuela sino la palabra viva que sale de boca del maestro. "Es mucho más fácil enseñar que educar; para lo primero basta saber algo, para lo segundo es necesario ser algo". El maestro no enseña tanto por lo que dice cuanto por lo que hace; no por lo que sabe sino por lo que es; no por los cuadernos de apuntes que dicta a sus alumnos sino por ejemplo vivo de su personalidad. (de Puntos de Educación).


La educación no se hace tanto por lo que el educador dice, enseña por lo que da, por lo que tiene, sino por lo que el educador es. La verdadera educación consiste en darse a sí mismo como modelo viviente, como lección real. Jesucristo así lo hizo: Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón. Ven y sígueme. Yo soy el camino, la verdad, la vida. Es la lección, la Verdad, el Ideal. El educador en la medida de sus fuerzas ha de aprender esta lección de pedagogía y ofrecerse él como el verdadero ideal que ha de ser copiado, o que al menos ha de inspirar la ruta que hay que seguir. (de Caracterización de la adolescencia).


Amor y autoridad. Este amor ha de ir unido con la debida autoridad, y si es necesario con la fuerza; pero la autoridad no ha de imponerse con represiones sino que ha de brotar natural y espontáneamente de la personalidad del educador. La autoridad sin amor nos conduciría a una educación brutal; la blandura sin disciplina, a una educación afeminada; la autoridad y el amor, a una educación humana. Es menester el amor, pero un amor cristiano, es decir, un amor que, en virtud de su inflexibilidad por el bien del alma, infunda fuerza y no afemine mediante una condescendencia continúa con todos los caprichos del niño. 'Haya amor, pero que no ablande; haya vigor, pero que no exaspere; haya celo, pero no duro en demasía'. El elogio más hermoso que se ha hecho de Lacordaire es éste: 'Era duro como el diamante y dulce como una madre.' (de Puntos de Educación).


§          El cultivo del arte nos lleva a Dios.- (Extracto de La formación del sacerdote).


Si la educación cristiana hubiera tenido presente la totalidad de la personalidad y del cosmos cristiano para buscar la adecuación, no habríamos asistido a esta agonía del arte y literatura religiosa. Pero se fue en esto demasiado fácil, demasiado cómodo... No se arriesgó nada, y no se logró nada... El mal gusto tendrá consecuencias fatales.

La falta de gusto formado es peligrosa para un sacerdote. Si éste prefiere lo falso a lo verdadero porque es más dulce; si no posee ningún sentido de la armonía, de la proporción, será también inseguro en el juicio de los hombres.


A lo bello le corresponde un puesto tan esencial como a lo bueno y a lo verdadero. El mundo de los valores es indisoluble: en la persona se juntan simultáneamente los valores éticos, metafísicos y estéticos. En la idea de la perfección, lo verdadero debe ser bueno y bello. La santidad es la perfección total: lo verdadero - bello - bueno en uno. Un santo hace al mundo más rico, más bello, más bueno.


El cultivo del arte nos llevará, pues, a Dios. Toda verdadera experiencia estética es un peldaño para el mismo Dios. Esta es la actitud del humanismo cristiano, abierto a todos los valores, porque son vestigios de Dios en la creación


§          Mis queridos jóvenes.- (Extractos de Vos estis lux mundi, El llamado del reino, Carta Circular de la Acción Católica)


Mis queridos jóvenes: Yo no dudo que si Cristo descendiese al San Cristóbal esta noche caldeada de emoción les repetiría mirando la ciudad oscura: "Me compadezco de ella", y volviéndose a ustedes les diría con ternura infinita: "Ustedes son la luz del mundo... Ustedes son los que deben alumbrar estas tinieblas. ¿Quieren colaborar conmigo? ¿Quieren ser mis apóstoles?". Este es el llamado ardiente que dirige el Maestro a los jóvenes de hoy. ¡Oh, si se decidiesen! Aunque fuesen pocos... Un reducido número de operarios inteligentes y decididos, podrían influir en la salvación de nuestra Patria... Una vida íntegramente cristiana -mis queridos jóvenes- he ahí la única manera de irradiar a Cristo. Vida cristiana, por tanto, en vuestro hogar; vida cristiana con los pobres que nos rodean; vida cristiana con sus compañeros; vida cristiana en el trato con las jóvenes... Vida cristiana en vuestra profesión; vida cristiana en el cine, en el baile, en el deporte. El cristianismo, o es una vida entera de donación, una transformación en Cristo, o es una ridícula parodia que mueve a risa y a desprecio. (de Vos estis lux mundi).


Necesito de ti... No te obligo, pero necesito de ti para realizar mis planes de amor. Si tú no vienes, una obra quedará sin hacerse que tú, sólo tú puedes realizar. Nadie puede tomar esa obra, porque cada uno tiene su parte de bien que realizar. (de El llamado del reino).


No nos cansemos de inculcar a los jóvenes que se interesan generosamente por el bien de Chile, oportuna e inoportunamente, esta idea: que nada grande podrán hacer si primero no se transforman ellos mismos en cristianos integrales, en hombres que vivan plenamente a Cristo y que aspiren a vivir la vida como viviría Cristo si estuviera en su lugar. Mientras más aspira a dar, mientras más pretende uno que sea su influencia, más necesita recogerse interiormente y más honda ha de ser su formación. (de una Carta Circular de la Acción Católica).


§          El deber social del universitario.- (Extracto de La misión social del universitario, 1945)


El deber social del universitario no es sino la traducción concreta a su vida de estudiante hoy y de futuro profesional, mañana, de las enseñanzas de Cristo sobre la dignidad de nuestras personas y sobre el mandamiento nuevo, su mandamiento característico, el del amor.


La exigencia de nuestra vida interior, lejos de excluir, urge una actitud social fundada precisamente en esos mismos principios que basan nuestra vida interior. No podríamos llegar a ser cristianos integrales si dándonos por contentos con una cierta fidelidad de prácticas, una cierta serenidad de alma, y un cierto orden puramente interior nos desinteresásemos del bien común; si profesando de la boca hacia fuera una religión que coloca en la cumbre de su moral las virtudes de justicia y caridad, no nos preguntáramos constantemente cuáles son las exigencias que ellas nos imponen en nuestra vida social donde esas virtudes encuentran naturalmente su empleo.


El católico ha de ser como nadie amigo del orden, pero éste no es la inmovilidad impuesta de fuera, sino el equilibrio interior que se realiza por el cumplimiento de la justicia y de la caridad... El católico rechaza igualmente la inmovilidad en el desorden y el desorden en el movimiento, porque ambos rompen el equilibrio interior de la justicia y la caridad.


El universitario católico debe conocer el problema social general, las Doctrinas Sociales que se disputan el mundo, sobre todo su Doctrina, la doctrina de la Iglesia; debe conocer la realidad chilena y debe tener una preocupación especial por estudiar su carrera en función de los problemas sociales propios de su ambiente profesional.


§          Soluciones nuevas para los problemas nuevos.- (Extractos de Contribución de la A.C. a la solución del problema social, Puntos de Educación)


Del tesoro eterno del Evangelio sacará el cristiano soluciones nuevas para los problemas nuevos, como nuestros mayores los sacaron para los problemas que en su tiempo fueron revolucionarios, y el cristianismo volverá a ser, con el favor divino, el centro vital y dinámico de toda la nueva sociedad que habrá de construirse en las doctrinas que fluyen de las premisas evangélicas, las únicas que nos pueden dar la auténtica justicia social. (de Contribución de la A.C  a la solución del problema social).


La Patria necesita un nuevo tipo de hombre. No se puede tallar la efigie del Chile nuevo en madera podrida. Una personalidad decadente no puede ser el sostén de una humanidad mejor. La nueva concepción del hombre que saldrá después de esta atroz guerra tendrá que diferir sustancialmente de la concepción de la mayoría de nuestros contemporáneos. Merecería el calificativo de loco quien imaginara que con simples paliativos, con un poco de estuco y unos puntales podrá adaptarse la actual construcción ideológica a la nueva humanidad que ha de nacer. Y esta nueva era se presiente... parecen estar todos esperando como el alumbramiento de una humanidad mejor, una nueva manera de vida, una nueva civilización. Pero esto engendra en nosotros, cristianos, una responsabilidad formidable, como pocas veces la hubo en la historia... (de Puntos de Educación).


§          Ningún dolor humano me puede ser ajeno.- (Extractos de Cuerpo Místico, 1950, El deber de la Caridad, 1944, La orientación fundamental del catolicismo).


El primer principio de solución al problema de la injusta distribución de los bienes reside en nuestra fe: Debemos creer en la dignidad del hombre y en su elevación al orden sobre natural. Es un hecho triste, pero creo que tenemos que afirmarlo por más doloroso que sea: La fe en la dignidad de nuestros hermanos, que tenemos la mayor parte de los católicos, no pasa de ser una fría aceptación intelectual del principio, pero que no se traduce en nuestra conducta práctica frente a los que sufren y que mucho menos nos causa dolor en el alma ante la injusticia de que son víctimas. Sufrimos ante el dolor de los miembros de nuestra familia, pero sufrimos acaso ante el dolor de los mineros tratados como bestia de carga, ante el sufrimiento de miles y miles de seres que, como animalitos, duermen botados en la calle, expuestos a las inclemencias del tiempo? Sufrimos acaso ante esos miles de cesantes que se trasladan de punto a punto sin tener otra fortuna que un saquito al hombro donde llevan toda su riqueza? ¿Nos parte el alma, la enfermedad de esos millones de desnutridos y de tuberculosos? Mientras los católicos nos hallamos tomado profundamente en serio el dogma del Cuerpo Místico de Cristo que nos hace ver al Salvador en cada uno de nuestros hermanos, aún en el más doliente, en el más embotado minero que masca coca, en el trabajador que yace ebrio, tendido física y moralmente por su ignorancia, mientras no veamos en ellos a Cristo nuestro problema no tiene solución. (de Cuerpo Místico, 1950).


Odio y matanza es lo que uno lee en las páginas de la prensa cotidiana; odio es lo que envenena el ambiente que se respira. El tremendo dolor de la guerra de Europa y Asia ¿cómo va a dejarnos indiferentes? Somos solidarios de infinidad de hombres, mujeres y niños que sufren como quizás nunca se ha sufrido sobre la tierra, ya que a todos los continentes llegan las repercusiones del gran drama europeo. ¿Qué tengo que ver con la sangre de mi hermano? afirmaba cínicamente Caín (d. Gn 4,9), y algo semejante parecen pensar algunos hombres que se desentienden del inmenso dolor moderno. Esos dolores son nuestros, no podemos desentendernos de ellos. (de El deber de la Caridad, 1944).


Son tan numerosos esos niños de todas las razas del mundo que son capaces con la gracia de Dios de llegar a ser discípulos predilectos de Cristo, pero que no han encontrado el apóstol que les muestre al Maestro. No puedo desinteresarme de ellos... Son mis hermanos de la tierra, destinados a ser hermanos de Cristo. Los pescadores y labradores, los mercaderes en sus toldos de la China, los pescadores de perlas que descienden al océano, los mineros del carbón que se encorvan en las vetas de la tierra, los trabajadores del salitre, los del cobre, los obreros de los altos hornos que tienen aspiraciones grandes y dolores inmensos que sobrellevar, de su propia vida y la de sus hogares. Cristo me dice que no amo bastante, que no soy bastante hermano de todos los que sufren, que sus dolores no llegan bastante al fondo de mi alma, y quisiera, Señor, estar atormentado por hambre y sed de justicia que me torturara para desear para ellos todo el bien que apetezca para mí. (de El deber de la Caridad, 1944).


"Seamos cristianos, es decir, amemos a nuestros hermanos ". En este pensamiento lapidario resume el gran Bossuet su concepción de la moral cristiana. Poco antes había dicho: "quien renuncia a la caridad fraterna, renuncia a la fe, abjura del cristianismo, se aparta de la escuela de Jesucristo, es decir, de su Iglesia". Este amor, ya que todos formamos un sólo Cuerpo, ha de ser universal, sin excluir a nadie, pues Cristo murió por todos y todos están llamados a formar parte de su Reino. Por tanto, aun los pecadores deben ser objeto de nuestro amor puesto que pueden volver a ser miembros del Cuerpo Místico de Cristo: que hacia ellos se extienda, por tanto, también nuestro cariño, nuestra delicadeza, nuestro deseo de hacerles el bien, y que al odiar el pecado no odiemos al pecador... La señal del cristiano no es la espada, símbolo de la fuerza; ni la balanza, símbolo de la justicia; sino la cruz, símbolo del amor. Ser cristiano significa amar a nuestros hermanos como Cristo los ha amado. (de La orientación fundamental del catolicismo). 


ANEXO Nº 3



Metodología sugerida para encuentros de reflexión sobre el documento de trabajo “En Camino al Bicentenario”


Presentación


El Documento de Trabajo "EN CAMINO AL BICENTENARIO", encargado por la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal de Chile y presentado por su Comité Permanente, es una preciosa oportunidad para todos los creyentes y otras personas de buena voluntad para reflexionar y comprometernos en la construcción de la Patria, tarea que nos concierne a todos. El Bicentenario de nuestra Independencia Nacional puede ser ocasión de reencuentro con el "alma de Chile", en palabras inspiradas del recordado Cardenal Raúl Silva Henríquez, y de proyección de la mirada hacia el futuro con la voluntad de servir a Chile a partir de valores esenciales que sustentan nuestra identidad nacional.


Se trata de estimular, ojalá en todas las diócesis de Chile, un amplio debate entre personas con responsabilidades en los más diversos ámbitos de la vida social, los llamados "constructores de la sociedad". Un debate que pueda traer nueva luz sobre los grandes temas nacionales que nos preocupan y nos ayude a asumir las responsabilidades que nos corresponde.


En este Anexo se ofrece una propuesta metodológica para el estudio y profundización de este Documento de Trabajo, objetivos de los diversos encuentros, entrega de las conclusiones al respectivo Obispo Diocesano, etc.


Parece fundamental para el éxito del estudio, profundización y aportes al Documento de Trabajo que en cada Diócesis se constituya un Equipo Diocesano (con representantes de las Universidades Católicas, Comisión de Justicia y Paz, Pastoral de Profesionales, Obrera o de Trabajadores, Departamento de Acción o de Pastoral Social, etc., según la realidad de cada Iglesia Particular). Este Equipo se encargará de organizar las acciones posibles para que los creyentes y otras personas de buena voluntad analicen el Documento y puedan comprometer sus aportes para que esta querida Patria nuestra sea efectivamente una copia feliz del Edén.


Los invitamos a trabajar con entusiasmo y creatividad para hacer posible esta aspiración.



Los Obispos del Comité Permanente de la Conferencia Episcopal de Chile


1. Antecedentes


En el actual contexto cultural en que la palabra ha ido perdiendo relevancia como medio privilegiado de comunicación y las personas están expuestas a múltiples estímulos comunicacionales de diversos tipos, se hace necesario acompañar los mensajes con estrategias metodológicas adecuadas para permitir su recepción, acogida e impacto entre los destinatarios. En el caso particular del llamado que los obispos hacen en este documento a los líderes y actores sociales para que asuman la responsabilidad de construir una nueva sociedad, se requiere este esfuerzo metodológico especial de parte de la Iglesia, de modo que el mensaje no pase al olvido rápidamente, como un documento más, sin incidencia en la realidad, sino que, por el contrario, logre iniciar procesos de reflexión, generar espacios de diálogo, movilizar y comprometer voluntades.


2. Propuesta metodológica: promover  espacios de encuentro y diálogo auténticos


Proponemos que en las diócesis del país se realicen Encuentros en que, a partir del documento "En camino al Bicentenario", se convoque a los constructores de la sociedad, a dialogar en torno a su responsabilidad en la construcción del Chile del Bicentenario.


En una primera etapa podrían realizarse Encuentros con la participación de laicos católicos constructores de la sociedad provenientes de diversas situaciones, experiencias y líneas de pensamiento. Su objetivo sería el de confrontar los desafíos y necesidades que implica el desarrollo del multiforme proyecto social para mirar sus visiones a la luz de su identidad católica.


En una segunda etapa se realizarían Encuentros similares, pero como espacios de diálogo con representantes de distintos sectores de la sociedad pluralista.


Estos espacios, que proponemos llamar "Encuentros: Cambiar la Mirada y Despertar la Esperanza para Construir el Chile del Bicentenario", tendrán las siguientes características:


a) Ser una invitación de la Iglesia que, como Madre y Maestra, ofrece un espacio de diálogo y encuentro a todos los sectores de la sociedad chilena a fin de buscar y comprometerse en caminos de desarrollo integral para nuestra patria, de cara al 2010.


b) Ser espacios de diálogo entre representantes de los distintos sectores de la sociedad. Una de las características que le da un sentido profundo a esta iniciativa es su capacidad de convocar al diálogo respetuoso y fraterno entre personas diversas.


c) Ser en sí mismos experiencias de encuentro profundo que ayudan al reconocimiento y la valoración del otro y permiten un cambio en las visiones descalificadoras, prejuiciadas y desconfiadas que alimentan la distancia y las actitudes defensivas. Se busca demostrar, a través de una dinámica adecuada, como la propuesta por la Comisión Justicia y Paz, probada por la Corporación Desafío, que para construir una nueva sociedad, cada uno de nosotros es necesario, que nadie sobra; y se busca también que los participantes logren experimentarlo.


d) Ser una invitación a construir una mirada compartida y esperanzada del futuro de nuestra patria. Se trata de reconocer experiencias, razones y proyectos que permitan compartir una visión optimista de la sociedad chilena. Frente a la desesperanza, la incertidumbre y la apatía, los Encuentros deben proponerse la meta de descubrir o destacar sueños compartidos, proyectos atractivos y convocantes que eleven la mirada y promuevan la esperanza.


e) Ser espacios de reflexión en torno a temas esenciales del desarrollo de nuestras regiones y del país, que permitan identificar los desafíos de fondo que se enfrentan, así como los grandes sueños y proyectos compartidos. Finalmente, motivar el compromiso de los participantes, que se expresa en acciones y cambios de actitudes, frente al llamado de los obispos.


3. Objetivos de los "Encuentros: Cambiar la Mirada y Despertar la Esperanza para Construir el Chile del Bicentenario"


a) Identificar los desafíos que enfrenta el país, los proyectos y sueños compartidos, y motivar el compromiso de los constructores de la sociedad con el desarrollo del país y el Bien Común, de cara al Chile del Bicentenario, a partir del trabajo en torno al documento de la CECH, "En camino al Bicentenario".


b) Generar experiencias de diálogo y encuentro entre representantes de diversos sectores de la sociedad para contribuir al desarrollo de actitudes de reconocimiento, valoración y respeto mutuo, ya descubrir la potencialidad de la acción colectiva y el valor único e insustituible de cada uno de los integrantes de nuestra sociedad.


c) Promover una visión optimista y esperanzada del futuro del país, a través del reconocimiento de experiencias y proyectos atrayentes y convocantes, que respondan a los desafíos que enfrenta Chile, en la perspectiva de la celebración del Bicentenario de la Independencia Nacional.


d) Para los católicos que participen en estos Encuentros, sea entre ellos o con personas de otros sectores de la sociedad plural, se busca además que, como discípulos de Jesús, confronten los valores del Evangelio con los desafíos que surgen en el actual contexto, para aportar desde la riqueza de esa identidad a los distintos ámbitos de la convivencia social.


4. Criterios metodológicos generales.


a) Los Encuentros pueden tener una duración de media jornada, es decir, unas cuatro horas.


b) Como se ha señalado, tanto si estos Encuentros se realizan en las dos etapas sugeridas inicialmente, como si se hacen sólo con la segunda etapa propuesta, o bien de otra manera, se recomienda invitar a representantes de distintos sectores, pues la iniciativa puede ayudar a constituir una experiencia de encuentro y diálogo entre personas diversas. Es posible lograr cambiar la mirada frente a los que piensan distinto.


c) Es preferible asegurar la diversidad del grupo humano que se reúne, más que la cantidad.


d) El ideal es invitar entre 80 y 100 personas. En cada encuentro se pueden conformar grupos de unas 10 personas. Cada grupo contará con un facilitador previamente capacitado.


e) La presentación verbal y la entrega del texto del documento de trabajo "En camino al Bicentenario" se puede apoyar con un instrumento audiovisual (presentación en PowerPoint o, idealmente, un video), que serviría además, para la difusión general entre grupos y comunidades.


f) En la dinámica de diálogo y encuentro sobre los desafíos y sueños compartidos para el Chile del 2010, se sugiere utilizar la metodología validada por la Corporación Desafío, la que consiste en el desarrollo de un proceso grupal que utiliza el armado de un rompecabezas a gran escala como analogía de construcción social común de la patria, en que se experimenta y reafirma la convicción de que cada persona es única; distinta, insustituible e imprescindible para lograr objetivos compartidos. (Los facilitadores animarán esta dinámica)


g) Las conclusiones y compromisos adquiridos por los participantes se harán llegar al Obispo, quien a su vez puede, luego de su sistematización, hacer entrega a las autoridades y dirigentes sociales de su diócesis.


h) Además, se propone sistematizar los resultados de todos los Encuentros diocesanos, para enriquecer este documento de trabajo y ofrecer los resultados nacionales a las autoridades y dirigentes de distintos ámbitos de la sociedad chilena, como una contribución de la Iglesia a la convivencia y desarrollo de Chile.




[1] Ver Éxodo 12,1-14
[2] Ver Éxodo 19 y 20
[3]  Cardenal Silva Henríquez, Homilía en Te Deum del 18.09.74, enriquecida en exposición en Seminario de CEIPLAN, Santiago, 07.03.86.
[4] Cardenal Silva Henríquez, Op.Cit., Santiago 07.03.86, N. 55-58
[5] Pablo VI, Carta Encíclica Ecclesiam Suam, Roma, 06.08.64.
[6] Comité Permanente de la CECH, “Humanismo Cristiano y nueva institucionalidad”, 2, Santiago 04.10.78.
[7] Juan Pablo II, Pastores Gregis, 67
[8] Paulo VI, Evangelii Nuntiandi
[9] Juan Pablo II, Christifideles laici, Nº 3
[10] Id. Ant.

[11] Ver Mateo 5-7; Lucas 6,17-49
[12]  Juan 15,12
[13] Génesis 3, 24
[14] Ver Juan 14, 6
[15]  Según los resultados de la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional, CASEN 2003, la pobreza en Chile desde 20,6 % que existía el año 2000 a 18,8 % el 2003, es decir, cayó 1.8 puntos porcentuales, lo que implica que en ese período 173.400 personas lograron superar esa condición. Ello significa que aún hay 2,907.700 personas pobres en el país. De ellas, 2.179.600 son pobres no indigentes (14,1%) y 728.100 son indigentes (4,7%). En tanto, aunque la distribución del ingreso mejoró muy levemente en el período 2000 – 2003, se mantiene una estructura extremadamente desigual que se expresa en que el decil más rico de la población accede a un 41,2 % del ingreso, mientras el decil más pobre sólo accede al 1,2 % de los ingresos.
[16] Ver Pablo VI, Populorum
[17] Ver Juan 8, 32
[18]  Juan Pablo II, Cristifideles Laici 41
[19]  Lucas 14, 27
[20]  Lucas 10, 25- 37
[21]  Puebla  1134- 1165
[22]  Puebla  1166- 1206
[23]  Santo Domingo, 210- 227;297
[24]  Puebla 1254-1293
[25]  Puebla 1260-1253
[26]  La palabra griega poetis se traduce por “creador” y esa es el origen de la palabra “poeta”, el que crea...
[27] Juan XXIII, Pacem in Terris; Juan Pablo II, Mensaje para la jornada Mundial de la Paz, 1ª de Enero 2003.
[28]  Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes, 79
[29]  Catecismo de la Iglesia Católica, 1649 y 2383
[30]  Juan Pablo II, Familiaris Consortio, 84
[31]  Pablo VI, Carta Encíclica Ecclesiam Suam, 54- 106, Roma, 06.08.1964
[32] Op. Cit., 64
[33] Op. Cit., 65- 71
[34] Op. Cit., 75- 76
[35] Op. Cit., 77

Colombia

Alocución inaugural
Bicentenario de Independencia
2010

LXXXVIII ASAMBLEA PLENARIA


Conferencia Episcopal de Colombia




Bogotá, 8 al  12 de febrero de 2010



Iniciamos hoy con alegría y esperanza la octogésima octava Asamblea Plenaria del Episcopado Colombiano que se inscribe en un contexto especialmente importante al interior de nuestra Patria y de la Iglesia que peregrina en Colombia.


1.                  El primer escenario nos lo brinda la historia de Colombia. 2010 es el año del bicentenario del inicio del proceso que llevó a la independencia y a la constitución de la República en nuestra Patria.  Es un año, por lo tanto, en el que mirar al pasado se hace necesario para que podamos interpretar adecuadamente el presente y proyectar el futuro de Colombia como nación.


Para la Iglesia ésta es una efemérides que le atañe profundamente. Colombia es un país en donde la mayoría de sus habitantes ha pertenecido a la Iglesia, y el Evangelio ha acompañado cada uno de los momentos de nuestra historia en los últimos siglos.  Por esta razón, mirar el pasado de Colombia es descubrir también el papel fundamental que la Iglesia ha jugado en la constitución y desarrollo de nuestra identidad como República. Interpretar el presente de nuestra nación es también desentrañar no sólo lo que la Iglesia hace sino también la luz que proyecta en nuestra vida nacional.  Idear el futuro de nuestra República es también ahondar en la misión propia que corresponde a la Iglesia como fuerza determinante en la construcción de la sociedad.


Quisiera detenerme especialmente en este último aspecto. Esta celebración plantea el gran reto de proyectar -a partir de la contemplación del pasado y del presente- el futuro de la incidencia de la Iglesia en la sociedad.  La cultura adveniente, con su carga fuerte de relativismo a partir de un individualismo llevado a sus últimas consecuencias, pretende ignorar y llega a rechazar la luz que dimana del Evangelio para la construcción de la sociedad humana. Se quiere mirar a la Iglesia como una institución que, tal vez en un momento dado, pudo cumplir una tarea importante -si es que esto se llega a reconocer cuando es imposible ignorar el sentido de la historia- pero que ya debe limitarse a un trabajo “de sacristía”, entendiéndose sólo de las consciencias de sus seguidores, sin la pretensión de jugar un papel en la vida pública.


En este contexto, la Iglesia no puede dejar de interrogarse acerca del alcance de su misión y precisar, cada vez con mayor claridad, la forma como debe realizar su misión. Surgen interrogantes fundamentales: ¿Cuál debe ser el papel de la Iglesia en la sociedad? ¿Cómo hay que dibujar sus relaciones con el Estado? ¿Cuál debe ser su intervención en la política? ¿Qué papel debe jugar en las relaciones económicas y sociales en general? ¿En qué forma debe ser forjadora de cultura? La luz que arroja el Evangelio ¿será sólo para el alma de las personas o debe también alumbrar a la comunidad en sus diferentes niveles?


Para dar respuesta a estas preguntas trascendentales y encontrar los caminos conducentes al cumplimiento de su misión, la Iglesia tiene que afrontar el reto de contar con los medios adecuados que le permitan la realización de su misión a partir de una asimilación constante del Evangelio como ha sido proclamado y vivido en su seno a lo largo de los tiempos, de un análisis permanente de la realidad, un repensar siempre de nuevo las implicaciones de su misión, y de un estudio constante de las oportunidades que le abren las nuevas tecnologías de la comunicación.


Es decir, la Iglesia tiene que contar con los medios que le permitan discernir “los signos de los tiempos” por medio de los cuales el Señor revela a cada momento de la historia cómo sigue llevando a cabo, a lo largo del tiempo y del espacio, la salvación realizada en el acontecimiento decisivo de la muerte y resurrección de Jesucristo, ya que de esta salvación Él ha querido hacer de su Iglesia el sacramento, es decir, el signo e instrumento eficaz. Ese discernimiento permanente de los signos de los tiempos hace posible que la predicación del Evangelio -que se hace vida en la celebración de los sacramentos- sea realizada con eficiencia y eficacia, para que pueda llegar a iluminar y animar a las personas, la familia, las comunidades, la sociedad, y se implementen las herramientas adecuadas para que los animadores de los procesos de evangelización puedan ser instrumentos eficaces en las manos del Señor que es el único Salvador y, como tal, la “luz del mundo” (Jn 9,5).


Ese discernimiento es lo que hemos intentado realizar en las dos Asambleas Plenarias del año 2009, en las que nos hemos acercado a la realidad que vive la comunidad destinataria del anuncio del Evangelio.  En la Asamblea de febrero pasado, tratamos de tener una visión global de la realidad para descubrir algunos criterios fundamentales que nos permitan iluminarla con los procesos de evangelización. Luego, en la Asamblea de julio, nos concentramos en el tema de la vida, central para la vivencia del mensaje evangélico.  De estas dos Asambleas, los Obispos hemos logrado concluir los grandes retos que nos plantea la realidad a la acción evangelizadora y acercarnos a unos criterios y líneas generales de acción que alimenten los procesos pastorales.


A partir de allí, se concretó el reto de enfrentar la necesidad de poner en marcha una reestructuración de la Conferencia Episcopal y del Secretariado Permanente de la Conferencia –su órgano ejecutivo- para que la Conferencia Episcopal pueda ser más eficiente y eficaz como medio para vivir la colegialidad episcopal y ofrecer a las iglesias locales el apoyo necesario para llevar a cabo la tarea evangelizadora.  La primera parte de nuestra Asamblea –que presenta la reestructuración en curso- se inscribe, por lo tanto, en el contexto de alcanzar las herramientas adecuadas para que la Iglesia pueda responder a las preguntas cruciales que surgen al contemplar la historia de nuestra Patria en estos últimos doscientos años y la inserción de la Iglesia en la sociedad colombiana y los grandes retos que plantea la realidad de nuestra historia presente.


Para continuar este discernimiento, esperamos que las Asambleas de julio de este año y de febrero del 2011 sean espacios en los que podamos seguir profundizando sobre los grandes criterios y líneas de acción que la Iglesia debe tener en cuenta para el cumplimiento de su misión frente a la realidad del país.


2. Pero, no se agotan allí las posibilidades que para la Iglesia en Colombia brinda el bicentenario del proceso emancipador.


En primer lugar, se está organizando un Congreso que busca, con la ayuda de las universidades y de las academias de historia, ahondar en el significado de la participación de la Iglesia en la historia de estos últimos dos siglos en nuestra Patria.  De allí ciertamente surgirá una visión, lo más completa posible de cómo la Iglesia ha tenido un papel fundante en la vida del país y ha podido responder a los retos que la historia colombiana fue planteando a su misión con el cambio de los tiempos. Esta visión nos dará claves importantes para comprender el sentido del presente de la Iglesia en Colombia y poder, a partir de esa comprensión, avizorar con mayor claridad el futuro de nuestra presencia evangelizadora.


El Congreso mirará especialmente hacia el pasado y sus consecuencias en el presente, y lo hará con las claves de la interpretación histórica. Para que esta visión sea más completa, hemos pensado también que vale la pena –siguiendo el surco de la experiencia realizada en el contexto de la celebración de los cien años de la Conferencia Episcopal de Colombia- organizar una Expocatólica que, con su metodología propia, nos ayude a contemplar especialmente el presente sin descuidar las raíces sobre las cuales éste está construido.


La visión plástica de la vida de nuestra Iglesia que nos brindará la Expocatólica será complementada por una exposición de arte religioso. En el arte el hombre expresa lo más íntimo de su experiencia y, en este caso, el arte religioso nos ayudará a comprender lo que ha sido la vida de los creyentes y su experiencia fundamental de Dios y de la Iglesia y cómo ésta ha enriquecido la vida de nuestra Nación.


De esta manera, mirando a nuestra Patria y contemplando su pasado en esta efemérides del bicentenario, la Iglesia en Colombia tendrá la oportunidad de crecer en el conocimiento de su propia historia y de su identidad profunda.  Igualmente, comprenderá mejor lo que ha sido su labor evangelizadora y conseguirá los medios más adecuados para realizarla y de esta manera, lanzarse con confianza hacia el futuro con la certeza de que el Señor de la Historia está presente en medio de ella y por su medio continúa realizando su obra de salvación.


3. El año del bicentenario es también un año en el que los colombianos somos invitados a contribuir con el voto al fortalecimiento de nuestras instituciones.  Estamos en medio de un agitado proceso electoral que llevará a la configuración del Congreso y a la elección del Presidente de la República para los próximos cuatro años (…).


4. Si el bicentenario de los inicios de nuestra independencia –vivido en medio de la agitación del proceso electoral- permite a la Iglesia mirarse a sí misma en su relación con el país y con la sociedad en general, el Año Sacerdotal -que el Santo Padre Benedicto XVI, movido por su celo por el bien de la Iglesia, nos ha regalado con ocasión del sesquicentenario de la muerte de San Juan María Vianney, patrono de los sacerdotes- nos está brindando la ocasión para poner nuestra mirada en el ministerio sacerdotal, como fundamento sobre el cual el Señor construye permanentemente a su Iglesia y en el cuidado especial del sacerdote que compete a todos los miembros de la Iglesia (…)


CONCLUSIÓN


Nuestra Asamblea Plenaria –como toda la vida de la Iglesia en Colombia- se realiza en comunión plena con la Iglesia Universal, en unión profunda de amor filial con el Santo Padre Benedicto XVI, en obediencia sincera al Evangelio como es proclamado y vivido en la misma Iglesia. Y es, sobre todo, una oportunidad maravillosa para que todos los pastores crezcamos juntos en la fe, en la esperanza, en el amor. Por esto, ponemos el desarrollo de nuestras deliberaciones y la elaboración de las conclusiones de nuestro trabajo en las manos amantes de la Virgen Santísima, nuestra Madre y Patrona (…)

+ Rubén Salazar Gómez
Arzobispo de Barranquilla
Presidente de la Conferencia Episcopal